sábado, 18 de mayo de 2024

Poema 609. Actividad de terapia colectiva II

Bianca Monteiro Garcia. Río de Janeiro, 1994.


actividad de terapia colectiva II


a stella do patrocínio


en un examen de opción múltiple

25 preguntas sobre autoconocimiento

descubrí que soy

44% águila

28% gato

8% tiburón

16% lobo

fue un investigador americano

william edward «ned» hermann

quien inventó el test de los animales

pero la psicóloga que comanda

la terapia de grupo

encontró el contenido en un sitio web de coach

probablemente cinco minutos antes de llegar

al hospital psiquiátrico

así como la hoja de respuestas


no soy un animal soy todos animales

jueves, 16 de mayo de 2024

Poema 608. María Elena Cazzola.

Roberto Daniel Malatesta. Santa Fe, 1961.


María Elena Cazzola


Una mujer necesita pocas cosas

para ser mujer, necesita afecto,

las cuatro patas de una mesa, pan

sobre la mesa, y un cuchillo

para cortar rodajas de ese pan.

Afuera llueve, la mujer corta

rodajas de pan tibio, y todo es completo.

Afuera llueve, el agua crece y desborda.

Si el agua alcanza las rodajas del pan sobre la mesa,

la mujer es un cuchillo sin pan para cortar.

La mujer y sus afectos son un filo

cerrado hiriéndose a sí mismo.

La mujer está hecha de agua, de afectos y de pan.

Un orden claro que no debe transgredirse.

miércoles, 15 de mayo de 2024

Poema 607. Aquí en la Tierra (Salmo terrenal a Juan).

Arturo Corcuera. Perú, 1935-2017.


Aquí en la Tierra

(Salmo terrenal a Juan)


No llegues a los altares,

sólo a los andamios sube, Juan.

Sube

y baja

del asno


al campo,


apártate del Quijote,

codo a codo,

panza a panza

con Sancho Panza, Juan en cueros

y sin ganado, todo perdido.

Desovíllate Juan lanas, Juan

cordero vuélvete puma: comeclavos,

tragaespinas y en mar brava tórnate

manso Juan espuma, hazte áspera espuma

de la rabia, aterrado Juan

sin tierra casi enterrado, picapedrero

duro para el golpe y duros

tus sudores ante la fragua

en pleno estío, bajo la nieve

cuando está invernando. Oscuro

Juan a oscuras de claro en claro

trabajando, de turbio en turbio

cadavérico Juan minero. Bonachón

y campechano, Juan

de la paz, Juan

veintitrés,


cien,

      mil veces te lo repito:

no subas a los altares. Sigue

sobre la tierra rastrillando,

dispárate, espanta pájaros:

que no te hurten los granos,

ni la cólera te arranquen

como las propias rosas, Juan.

      El hombre del campo

      a su semejanza

      creó al espantajo.

Todo verde con tus plantas anchas

sigue sobre el lagar en pie

convirtiendo la uva en vino, Juan de la hoz,

los árboles en mesas, Juan del martillo,

con nosotros sigue

caminando


sobre el agua, Juan sin suela,

multiplicándote, proletariándote,

multiplicando peces, Juan pescador,

multiplicando panes, Juan panadero.

Con rosas y violencia

fundaremos nuestro reino de amor

aquí en la tierra

Poema 606. No he enloquecido...

Elena Annibali. Córdoba, 1978.


No he enloquecido.

No he disparado contra otros, ni contra mí.

No he arrancado las modestas flores del patio.

No envenené agua ni platos de comida.

No he dejado palabras impuras en mí, todas las he lanzado al viento.

No he diseminado horribles verdades.

Neferet, no he corrido contra el viento. Ni a favor de él. No he corrido, porque correr es un énfasis del cuerpo.

No he necesitado develar el verdadero rostro de las gentes.

No he cosechado fruta verde.

No tapé los espejos durante las tormentas ni en la muerte de los que amé. 

No corté mi pelo ni mis uñas sino fue por higiene, nunca por vanidad.

No he alargado la agonía de Argos, mi perro.

No he deseado que regrese la juventud a mi cuerpo.

No he planeado que regresaras. Estamos repartidos en dimensiones floridas y distantes. 

No hablé lenguas.

No insistí en que estuvieras.

No he abierto puertas ajenas. Sí abrí, Neferet, puertas al vacío.

No mentí aunque conviniera.

No he criado serpientes en mi corazón.

No he olvidado aquella tarde.

Poema 605. Si te odiara...

Susana Thénon. Buenos Aires, 1935-1991.


Si te odiara,

el mundo no se inmutaría:

nunca el mundo se ensaña

con los que odian.

En cambio te amo

y todo es catástrofe alrededor:

las voces, las manos, los rostros,

todos quieren apedrearnos.

Poema 604. Lo hacemos lo mejor que podemos...

Inger Christensen. Dinamarca. 1935-2019.


Lo hacemos lo mejor

que podemos.

Nos bañamos,

limpiamos,

quitamos las telarañas

con la escoba,

y cuando la lluvia

cesa

salimos

a la terraza

a escuchar

el río.

Por el camino

pasa

una mujer

y justo ahí,

a la izquierda

de las cebollas

hay

un pájaro

posado en una piedra.

Y toda la noche

bajo la luz

de las estrellas

estudiamos

el mapa,

tu mano

en la mía

y los cuerpos en la casa.

Poema 603. El amor después del amor.

Derek Walcott. Santa Lucía, 1930-2017.


El amor después del amor


Va a llegar el momento

en que, lleno de alegría,

te vas a saludar a vos mismo

al llegar a tu propia puerta, frente a tu propio espejo,

y uno va a sonreírle al otro que le da la bienvenida

y le va a decir: Vení. Sentate a comer.

Vas a querer de nuevo a ese desconocido que eras vos.

Servile vino. Dale pan. Devolvele tu corazón

a tu corazón, al desconocido que te quiso

toda la vida, al que ignoraste

confundiéndolo con otro, que te conoce de memoria.

Bajá las cartas de amor de la biblioteca,

las fotos, las notas desesperadas,

arrancate tu imagen del espejo.

Sentate. Hacete un festín con tu vida.

Poema 602. I / Conversación.

Elisabeth Bishop. Estados Unidos, 1911-1979.


I / Conversación


El tumulto en el corazón

sigue haciendo preguntas.

Y luego se detiene y se compromete a responder

en el mismo tono de voz.

Nadie puede notar la diferencia.


Sin inocencia, estas conversaciones empiezan,

y luego cautivan los sentidos,

como sin quererlo.

Y luego no hay opción,

y luego no hay sentido;


hasta que un nombre

y toda su connotación son lo mismo.

Poema 601. Morir, arcada última...

Melissa Carrasco. Chile, 1987.


morir, arcada última

por los muertos que se han muerto

y florecer, para ellos

que poco disfrutan

nuestras flores los vivos

Poema 600. No dejes que te impresionen las estrellas...

José Sbarra. Bs As 1950-1996.


No dejes que te impresionen las estrellas

que quizás estén todas muertas.

No te dejes corroer por las canciones añejas

Duerme y nada más.

Esta noche, duerme

Mañana una muchedumbre de arcoíris

con lo que haya quedado vivo, ya conoces el mecanismo

te fabricarán una sonrisa nueva.


Ahora duerme y nada más,

esta noche, duerme.

No te castigues con la luna,

ese transatlántico indiferente,

este silencio pasará

volverán las palabras como pájaros,

como veranos, como soles

volverán las palabras

y alguien dirá tu nombre.

Esta noche, duerme,

echa el ancla y duerme,

duerme.


Que por unas horas oscuras nada te hiera.

No llores, no implores, respira y duerme

concéntrate en la respiración

y acaríciate un hombro,

amate un poco y duerme

esta noche duerme.


Mañana tendrás la oportunidad,

flamante y renovada de volverte a equivocar.

Poema 599. Huelga.

Gioconda Belli. Nicaragua, 1948.


Huelga


Quiero una huelga donde vayamos todos.

Una huelga de brazos, piernas, de cabellos,

una huelga naciendo en cada cuerpo.


Quiero una huelga

de obreros de palomas

de chóferes de flores

de técnicos de niños

de médicos de mujeres.


Quiero una huelga grande,

que hasta el amor alcance.

Una huelga donde todo se detenga,

el reloj las fábricas

el plantel los colegios

el bus los hospitales

la carretera los puertos.


Una huelga de ojos, de manos y de besos.

Una huelga donde respirar no sea permitido,

una huelga donde nazca el silencio

para oír los pasos del tirano que se marcha.

Poema 598. Voy a dar gracias...

Iris Alejandra Giménez. Viedma, 1969.


voy a dar gracias

por la torpeza del viento

que puso entre mis dientes 

tierra y poesía.

Poema 597. Nevada...

Paul Auster. Estados Unidos, 1947-2024.


Nevada. Y en la veta

más profunda de la blancura: memoria

que añade tus pasos

a lo ya perdido.


Sin fin

yo hubiera caminado contigo.

Poema 596. Preguntas de un obrero que lee.

Bertolt Brecht. Alemania, 1989-1956.


PREGUNTAS DE UN OBRERO QUE LEE


¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?

En los libros figuran los nombres de los reyes.

¿Eran los reyes quienes arrastraron los bloques de piedra?

Y Babilonia, destruida tantas veces,

¿quién la volvió a construir siempre? ¿En qué casas

de la dorada Lima vivían los constructores?

¿A dónde fueron los albañiles la noche en que dejaron

terminada la Muralla China? La gran Roma

está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?

¿Sobre quiénes

triunfaron los Césares? ¿Es que Bizancio, la tan elogiada,

sólo tenía palacios para sus habitantes? Hasta en la

legendaria Atlántida,

la noche en que el mar se la tragaba, los que se hundían,

gritaban llamando a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.

¿Él solo?

César derrotó a los galos.

¿No llevaba siquiera cocinero?

Felipe de España lloró cuando su flota

fue hundida. ¿No lloró nadie más?

Federico II venció en la Guerra de los Siete Años

¿Quién venció además de él?

Cada página una victoria.

¿Quién cocinó el banquete de la victoria?

Cada diez años un gran hombre.

¿Quién pagó los gastos?

Tantas historias.

Tantas preguntas.

Poema 595. La dorada.

Mario Montalbetti. Lima, 1953.


LA DORADA


A la pregunta ¿cuánto has amado?

responde como si el lenguaje, mejor aún,


como si el vino se hubiera acabado.

Di que has de ir por más.


Afila luego el cuchillo y eviscera

la dorada que yace exangüe


sobre el batán vil de la cocina.

Y con la misma hoja separa lo tuyo


de lo tuyo. Es tuyo.

Poema 594. En el umbral.

Diana Bellessi. Zavala, Santa Fe, 1946.


En el umbral


Por qué no viene

el lenguaje leve

rompiendo su capullo

y en la música pueda

yo confiar

seguirlo a ciegas

en el tam-tam

del corazón que lo vuelve

ligero hacia el mar del tiempo

como ese polluelo

que a las pavas de monte

sigue detrás

y rehace la gracia

del interior sombrío

con la luz pequeña

para así confiar,

confiar…?

Poema 593. I.

Aníbal Malaparte. México, 1992.


I


Prometeo, amigo mío, 

¿qué sentido tiene

robar el fuego,

si en el camino

no has de desviarte

a quemar el Olimpo?

Poema 592. Bailo.

María Carolina Marschoff. Mérida, Venezuela, 1973.


Bailo


Que no te encuentren

y que te olviden

Que no te sigan

y que no te piensen

El mar es un lugar horrible

si lo único que queda

es navegar sin ganas

Bailo sobre esas olas

Sin ganas

Sin ganas

Sin ganas

Bailo para exorcizar los demonios

sobre nuestras cabezas

Que te encuentren

Que no te olviden

Que te sigan

Que te piensen

Y si, el mar es un lugar horrible

sí lo único que queda

es navegar sin ganas

Bailo confundida

como el poeta maldito

Para que no sepan, por dios,

si es danza o es batalla.

Poema 591. Tabaquería.

 Álvaro de Campos. Portugal, 1988-1935.


Tabaquería


No soy nada.

Nunca seré nada.

No quiero ser nada.

Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.


Ventanas de mi cuarto,

Del cuarto de una de las millones de personas del mundo que nadie conoce

(Y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?)

Miran hacia el misterio de una calle atravesada constantemente por la gente,

Hacia una calle inaccesible para todos los pensamientos,

Real, imposiblemente real, verdadera, desconocidamente verdadera,

Con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres,

Con la muerte que produce humedad en las paredes,

Con el destino que conduce la carroza del todo por la carretera de la nada. 


Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.

Hoy estoy lúcido, como si estuviera a punto de morir,

Y no tuviese otro vínculo con las cosas

Que no fuera una despedida, convirtiendo a esta casa de este lado de la calle

En la hilera de vagones de un tren, con el silbido de partida

Dentro de mi cabeza

Y una sacudida de mis nervios y huesos que crujen durante la salida. 


Hoy estoy perplejo, como quien pensó y encontró y olvidó.

Hoy estoy dividido entre la lealtad hacia

La tabaquería del otro lado de la calle, como algo real por fuera,

Y a la sensación de que todo es sueño, como algo real por dentro.


Fracasé en todo.

Como no tuve ningún objetivo, tal vez todo fuera nada.

El aprendizaje que me dieron,

Lo eché por la ventana trasera de la casa.

Fui hasta el campo con grandes propósitos,

Pero allá sólo encontré hierbas y árboles,

Y cuando había gente era igual a la otra.

Dejo la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?


¿Qué sé yo de lo que seré, yo que no sé lo que soy?

¿Seré lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!

¡Y hay tantos que piensan en ser la misma cosa que no puede haber tantos!

¿Genio? En este momento

Cien mil cerebros se conciben en sus sueños tan genios como yo,

Y la historia no reseñará, ¿quién sabe?, ni siquiera a uno,

De tantas conquistas futuras quedará apenas estiércol. 


No, no creo en mí...

¡En todos los manicomios hay locos perdidos llenos de certezas!

Y yo que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cuerdo o menos cuerdo?

No, ni en mí...

¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo

Habrá en este momento genios-para-sí-mismos soñando?

¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas

-Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,

Y quién sabe si realizables,

Nunca verán la luz del sol ni llegarán a oídos de nadie?


El mundo es de quien nace para conquistarlo

Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.

He soñado más que Napoleón.

He apretado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo.

He pensado en secreto sobre filosofías que ni siquiera Kant escribió.

Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,

Aunque no viva en ella;

Seré siempre el que no nació para eso;

Seré siempre sólo el que tenía cualidades,

Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta,

Y cantó la canción del infinito en un gallinero,

Y oyó la voz de Dios en un pozo tapiado.

¿Creer en mí? No, ni en nada.

Que derrame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente

Su sol y su lluvia, el viento que encuentra mi cabello,

Y lo demás que venga si es que viene o vendrá, o que no venga.

Esclavos cardíacos de las estrellas,

Conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;

Pero despertamos y es opaco,

Nos levantamos y es ajeno,

Salimos de casa y es la tierra entera,

Junto al sistema solar y la vía láctea y lo indefinido. 



(Come chocolates, pequeña;

¡Come chocolates!

Mira que en el mundo no hay más metafísica que los chocolates.

Mira que todas las religiones no enseñan más que una confitería.

¡Come, pequeña sucia, come!

¡Ojalá yo pudiese comer chocolates con la misma verdad con que tú comes!

Sin embargo yo pienso, y después de retirar el papel de plata, que es de estaño,

Lo tiro todo al suelo, como tiré la vida).



Pero al menos queda la amargura de lo que nunca seré,

La caligrafía rápida de estos versos,

Pórtico destruido hacia lo imposible.

Al menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,

Noble al menos en el gesto amplio con el cual arrojo

La ropa sucia que soy, sin recibo, al transcurrir de las cosas,

Y me quedo en casa sin camisa. 



(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,

Ya seas diosa griega, concebida como estatua viva,

O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,

O princesa de trovadores, muy gentil y colorida,

O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,

O cortesana célebre del tiempo de nuestros padres,

O algo moderno -no puedo imaginarme qué-

Todo eso, sea lo que fuera que seas, si puede inspirar, ¡que inspire!

Mi corazón es un balde vacío.

Como invocan espíritus quienes invocan espíritus, me invoco

A mí mismo y no encuentro nada.

Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.

Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,

Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,

Veo los perros que también existen,

Y todo eso me pesa como una condena al destierro,

Y todo eso es extranjero, como todo). 



Viví, estudié, amé y hasta creí,

Y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.

Le miro a cada uno los andrajos y las llagas y la mentira,

Y pienso: tal vez nunca viviste ni estudiaste ni amaste ni creíste

(Porque es posible basar la realidad en todo eso sin hacer nada de eso);

Tal vez hayas existido apenas, como una lagartija a la que le cortan la cola

Y sólo es una cola removiéndose, más acá de la lagartija. 


Hice de mí lo que no supe.

Y lo que podía hacer de mí no lo hice.

Vestí un disfraz equivocado.

Después me conocieron por quién no era y no lo desmentí, y me perdí.

Cuando quise quitarme la máscara,

Estaba pegada a la cara.

Cuando la arranqué y me vi en el espejo,

Ya había envejecido.

Estaba borracho, ya no sabía vestir el disfraz que no me había quitado.

Tiré la máscara y dormí en el guardarropa

Como un perro tolerado por la gerencia

Por ser inofensivo.

Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime. 


Esencia musical de mis versos inútiles,

Ojalá pudiera descubrirte como algo hecho por mí,

Y no me quedase siempre frente a la tabaquería de enfrente,

Pisoteando la conciencia de existir,

Como si fuera una alfombra con la que tropieza un borracho,

O una esterilla que no valía nada robada por los gitanos. 


El dueño de la tabaquería se asoma a la puerta y se queda en la puerta.

Lo miro con la incomodidad de una cabeza torcida

Y con la incomodidad de un alma que está malentendiendo.

El morirá y yo moriré.

El dejará su letrero y yo dejaré versos.

Algún día también morirá el letrero, y los versos también.

Después de ese día morirá la calle donde estuvo el letrero,

Y la lengua en que fueron escritos los versos.

Morirá después el planeta giratorio donde ocurrió todo esto.

En otros satélites de otros sistemas algo similar a la gente

Seguirá haciendo cosas como los versos y viviendo debajo de cosas como los letreros,

Siempre una cosa frente a la otra,

Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,

Siempre el misterio de lo profundo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,

Siempre esto o siempre otra cosa, o ni una cosa ni otra. 


Pero un hombre entra a la tabaquería (¿Para comprar tabaco?),

Y la realidad de lo plausible cae de repente sobre mí.

Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,

Y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo contrario.

Enciendo un cigarrillo mientras pienso en escribirlos

Y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.

Sigo al humo como si fuera una ruta personal,

Y gozo, en un momento sensible y competente,

La liberación de todas las especulaciones

Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de encontrarse indispuesto. 


Después me reclino en la silla

Y continúo fumando.

Mientras el destino me lo conceda, seguiré fumando. 



(Si me casara con la hija de mi lavandera

Tal vez sería feliz).

Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la ventana. 



El hombre sale de la tabaquería (¿Guarda el cambio en el bolsillo de los pantalones?)

Ah, lo conozco: es Esteves, el que no tiene metafísica.

(El dueño de la tabaquería se asoma a la puerta).

Como por un instinto divino, Esteves voltea y me ve.

Hace el gesto de un adiós, le grito ¡Adiós Esteves!, 

Y el universo se reconstruyó en mí sin ideal ni esperanza, y el dueño de la tabaquería sonrió.

Poema 590. Distancia justa.

Cristina Peri Rossi. Uruguay,  1941.


Distancia justa


En el amor, y en el boxeo

todo es cuestión de distancia

Si te acercas demasiado me excito

me asusto

me obnubilo           digo tonterías

me echo a temblar

pero si estás lejos

sufro entristezco

me desvelo

y escribo poemas.

Poema 589. Democracia.

Langston Hughes. Estados Unidos 1901-1967. Trad. Zaidenwerg.


Democracia

 

No va a venir la democracia

hoy, ni este año

ni nunca, 

si cedemos al miedo. 


Tengo el mismo derecho

que cualquiera

a plantarme,

a ser dueño de la tierra.


Me tienen harto los que dicen

que las cosas se van a arreglar solas,

que mañana será otro día:

muerto no necesito libertad,

con el pan de mañana no se vive.


La libertad

es una semilla poderosa

que echa raíz

en la necesidad.


Yo también vivo acá.

Igual que vos, 

yo quiero libertad.

Poema 588. No salir de la cáscara...

Regina Guimarães. Portugal, 1957.


No salir de la cáscara

no salir de la cama

no salir de casa

no salir de aquí


Ver lo que los poros ven

leer lo que los dedos leen

reír como las arrugas ríen

ser como los nervios son


Pensar en estado de shock

dormir en estado de guerra

hablar en estado de trance

amar en estado de sitio


Pero que no se note.