Camila Sosa Villada. Córdoba, 1982.
Helsinki
Hay que agradecer al hombre que tuvo la idea de poner un banco frente al mar.
Y al obrero que lo ancló al cemento de la vereda y tal vez suspiró al terminar su trabajo
y miró el paisaje que ahora contemplo: el mar Báltico y los barcos que lo cruzan.
Y el templo que hicieron esas manos a las cuales rendirles honor.
Las manos que tomaron las herramientas, cavaron en la tierra, sembraron los árboles, y recogen las hojas cuando comienza el frío,
sin quemarlas jamás, las dejan volver a la tierra.
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