sábado, 30 de marzo de 2024

Poema 575. A veces parece...

Roberto Juarroz. Coronel Dorrego, 1925 - Temperley, 1995.


A veces parece

que estamos en el centro de la fiesta.

Sin embargo

en el centro de la fiesta no hay nadie.

En el centro de la fiesta está el vacío. 


Pero en el centro del vacío hay otra fiesta.

Poema 574. La academia.

Omar Chauvié. La Pampa, 1964.


la academia


bau

de

laire

bau

de

laire

bau

de

laire

te vinimos a ver...

te llevarnos en el corazón.

Poema 573. Los Olímpicos.

Fabián Casas. Buenos Aires, 1965.


Los Olímpicos


All the Olympians; a thing never known again.

W.B.Yeats


A veces me gusta pensar

que puedo pararme una vez más

frente a mi vieja casa.

Sí. Acá está la inmensa puerta verde.

Nunca estaba con llave

y se abría empujándola un poco.

Tal cual. Se abrió.

Ahora camino por el largo pasillo

mientras me siguen, haciendo equilibrio por el muro,

los gatos de nuestros vecinos.

La segunda puerta es de metal

y detrás de ella se abre el patio,

las macetas con sus plantas,

y las altas piezas

donde se distribuían

el comedor y los dormitorios.

Sentada a la mesa, mi familia intacta

me espera para comer.


Mientras charlan y se sirven los platos,

es obvio que decidieron pasar por alto

que ya tengo 40 años

y que desentono con estas ropas infantiles.

Yo tampoco les digo

que sé cómo van a terminar

algunos de ellos.

Para qué envenenar el almuerzo.


Después,

se desperdigan a la marchanta

hacia las piezas del fondo.


Inquieto como siempre,

a grandes zancadas,

mi papá atraviesa el patio.

¡Tiene una gorra hecha con papel de diario!

¡Cómo me pude olvidar de eso!


Salgo a la calle,

la remera de banlon me pica en el cuello

y los jeans con remiendos en las rodillas

se sienten estrechos. Ahí, esperándome,

brillosos bajo el sol primaveral, están mis amigos.

Cuando me ven, abren el círculo de su corazón

para que me pueda sumar. Sí, son ellos.


Bien mantenidos

en las bajas temperaturas del inconsciente,

están exactamente como los dejé:

sobre la vereda de los setenta

ríen los olímpicos de Boedo;

algo que no se volvió a ver.

Poema 572. La poeta compara la naturaleza humana con el mar del que venimos.

Mary Oliver. EEUU, 1935-2019.


LA POETA COMPARA LA NATURALEZA HUMANA CON EL MAR DEL QUE VENIMOS 


El mar puede hacer locuras, puede ser delicado,

es capaz de tenderse a respirar como la seda

o de sembrar el caos hasta la orilla; puede hacer


regalos o mezquinarlo todo; puede crecer, bajar, echar

espuma como un frenesí de fuentes, o puede

endulzarte los oídos. Yo misma soy capaz de todo


eso y, no lo dudes, vos también, vos también.

Poema 571. Yo estuve lavando ropa...

Irene Gruss. Buenos Aires, 1950-2018.


Yo estuve lavando ropa mientras mucha gente desapareció

no porque sí

se escondió

sufrió

hubo golpes

y

ahora no están 

no porque sí 

y mientras pasaban sirenas y disparos, ruido seco 

yo estuve lavando ropa,

acunando, 

cantaba,

y la persiana a oscuras.

Poema 570. Nota XIII.

Juan Gelman. Bs As. 1930, México,  2014.


NOTA XIII


cada compañero tenía un pedazo de sol

en el alma/ el corazón/ la memoria/

cada compañero tenía un pedazo de sol

y de eso estoy hablando

estoy diciendo que cada compañero tenía un pedazo de sol


que le iluminaba la cara/

le daba calor en el pavor nocturno/

lo abellaba alegrándole los ojos/

lo hacía volar/ volar/ volar/


¿se apagaron esos pedazos de sol ahora/ ahora que los compañeros murieron?/

¿se apagaron sus pedazos de sol?/ ¿no siguen alumbrándoles alma/

memoria/ corazón/ calentándoles

el calcañar/ los huesos/ disparados de sombra?


solcito que se apagaba así/

todavía alumbrás esta noche/

en que estamos mirando la noche

hacia el lado por donde sale el sol

Poema 569. Tirado al sol...

Francisco Paco Urondo. Santa Fe, 1930-Mendoza, 1976.


Tirado al sol

como las víboras, cerca

del agua de la patria, siento

menos miedo que

por las noches, cuando

no hay cielo, ni agua,

ni país,  ni memoria.

Poema 568. Cuando enferma la niña todavía...

José Asunción Silva. Colombia, 1865-1896.


Cuando enferma la niña todavía

salió cierta mañana

y recorrió, con inseguro paso

la vecina montaña,

trajo, entre un ramo de silvestres flores

oculta una crisálida,

que en su aposento colocó, muy cerca

de la camita blanca...


Unos días después, en el momento

en que ella expiraba,

y todos la veían, con los ojos

nublados por las lágrimas,

en el instante en que murió, sentimos

leve rumor de alas

y vimos escapar, tender al vuelo

por la antigua ventana

que da sobre el jardín, una pequeña

mariposa dorada...


La prisión, ya vacía, del insecto

busqué con vista rápida;

al verla vi de la difunta niña

la frente mustia y pálida,

y pensé ¿si al dejar su cárcel triste

la mariposa alada,

la luz encuentra y el espacio inmenso,

y las campestres auras,

al dejar la prisión que las encierra

qué encontrarán las almas?

Poema 567. Acerca de la libertad.

José Watanabe. Perú, 1945-2007.


Acerca de la libertad


Esta mañana han comprado un pájaro

como se compra una fruta

un ramo de flores. 


Dicen que Hokusai compraba pájaros para liberarlos.


También Leonardo

pero midiéndoles el impulso y el rumbo.


Posiblemente en la infancia he pintado pájaros

pero jamás les he hallado relación exacta con los aviones.


Estoy tentado a liberar este pájaro

a devolverle

su derecho de morir sobre el viento.


Me van a pedir razones.


Sentiré la obligación de hablar acerca de la libertad

pero mi familia que es muy lógica


dirá que afuera solo

con el viento

a ver qué hago.

Poema 566. Curriculum vitae.

Blanca Varela. Perú  1926-2009.                         


Curriculum vitae


digamos que ganaste la carrera

y que el premio

era otra carrera

que no bebiste el vino de la victoria

sino tu propia sal

que jamás escuchaste vítores

sino ladridos de perros

y que tu sombra

tu propia sombra

fue tu única

y desleal competidora.

Poema 565. Raíces.

Circe Maia. Montevideo, 1932.


Raíces


Hoy de mañana

tuvimos que arrancar unas hierbas

que crecían por todas las ranuras.


Se arrancaron las hierbas

y quedaron al sol temblando las raíces

como sorprendidísimas... ¿y esto?

¿De lo oscuro a lo claro en un instante?

 

Muerte invertida, rara:

de la tierra cerrada y ciega

al ojo azul, que todo lo traspasa.


Abrirse a todo aire: perderse.

Soltarse a toda luz: también perderse

dicen las raíces 

temblando.

Poema 564. Marte.

Debrik Ankudovich. 1961.


Marte


La estupidez 

ha llegado

demasiado lejos.

Poema 563. Cómo podrá abrirse mi corazón...

Yibrán Jalil Yibrán. Líbano, 1883 - Estados Unidos, 1931.


¿Cómo podrá abrirse mi corazón 

a menos que se rompa?

Poema 562. VIII.

Liliana Campazzo. Bs. As. 1959.


VIII


Hoy tengo que pelar esta naranja que es el día

y en las ventanas destrozadas en la infancia

hacen volar palomas

las piernas cruzadas las manos frías la boca abierta

enhebro la aguja de coser con agua

zurzo o bordo o tejo

nada dura

escribo en el agua

alguien vino a decirme donde estoy

la que no soy me está llamando.

Poema 561. Más allá de la curva del camino...

Alberto Caeiro. Portugal, 1889 - 1915.


Más allá de la curva del camino

tal vez haya un pozo y tal vez un castillo,

o tal vez tan sólo continúe el camino.

No lo sé ni pregunto.

Mientras voy por el camino que hay antes de la curva

sólo miro el camino que hay antes de la curva,

porque no puedo ver más que el camino que hay antes de la curva.

De nada me habría de servir el mirar a otro lado

o hacia lo que no veo.

Impórtenos nada más que el lugar donde estamos.

Hay belleza suficiente en estar aquí y no en otra parte.

Si alguien existe más allá de la curva del camino,

quienes se preocupan por lo que hay más allá de la curva del camino

ahí tienen el camino que es el suyo.

Si ahí hemos de llegar, al llegar lo sabremos.

Por ahora tan sólo sabemos que ahí es donde no estamos.

Aquí no hay más camino que el de antes de la curva, y antes de la curva

el camino que hay no tiene curva alguna.

Poema 560. Advertencia.

Laura Devetach. Reconquista, 1936.


Advertencia 


Puedo ser

más terrible que yo misma 

cuando siento masticar

a los que comen gente

para sentirse vivos.

Poema 559. Tejiendo la mañana.

João Cabral de Melo Neto. Brasil, 1920-1999. 


Tejiendo la mañana


Un gallo solo no teje la mañana:

Siempre necesitará de otros gallos.

De uno que recoja su  grito 

y lo lance a otro; de otro gallo

que recoja el grito del anterior

y lo lance a otro; y de otros gallos

que con muchos otros crucen

los hilos de sol de sus gritos 

para que la mañana, como una tela tenue,

vaya siendo tejida entre todos los gallos.

Poema 558. Hacia el 8M (un año más).

Elena Annibali. Córdoba,  1978.


Hacia el 8M (un año más)


Oigan, mujeres de las casillas, oigan

mujeres de la ruta, de los tinglados

y de los galpones, óiganme, mujeres

que hacen pastar al ganado y se queman al sol

como culebras, óiganme, las amo y las he amado,

siempre. Maternando en los colectivos, dando

oscura, agria leche, o tibia y dulce, las he visto

cubiertas de asfódelos, en mi memoria, aún

las afantasmadas, las idas, las difíciles figuras perdidas

en la noche del tiempo. He paseado

con ustedes, en trenes, las he visto

correr bajo la lluvia en altos tacones rojos, martirizadas

en la ardiente cocina del patrón, golpeadas, tiradas

en las banquinas, moliendo maíz, o sacando el piojo

al perro, al niño, al mono, sin muecas de asco

o de rencor hirviendo la carne, la sopa,

los trapos infectos de los enfermos, o quemando azúcar

ante el muerto o la tripa del hijo, o la mierda del ajeno.

Las he visto en las alcantarillas. Mi ciudad es una cartografía

del horror, el campo es una cartografía del horror, las casas,

las piezas, los puertos, los ríos, las fábricas, las iglesias son

una cartografía del horror. Nos hemos acostumbrado?

Nos da pereza? No nos importa verlas secas, heridas, marcadas,

perdiéndose, los ojos vueltos hacia adentro, los puños

apretados, la flor de la mansedumbre y la resignación,

incubado por siglos el huevo de la vergüenza y la rabia ha parido

mujeres muertas. Pero yo en trenes, óiganme, en casillas,

óiganme, mujeres de los barrios altos, en los hornos, manejando

camiones, arando el campo, barriendo suelos ajenos en

hospitales, óiganme mujeres que en la noche, las amo

y las he amado. Aún tocadas por la codicia, el espanto,

la guerra, óiganme mujeres, soy la hermana que también,

si, no sé por qué o cómo, si, también, se me tuerce la boca,

saben? Sí, yo también he sido el cuerpo donde ha caído la mano

equivocada, el palo, la humillación, la tensada cuerda del

desprecio. También he sido aquella vez en que me ahogaron,

ahogándome, quitándome del medio la palabra, el uso

del aire, la respiración cortada, el cuerpo una interrogación,

una oscuridad, un corte, también he sido lo que todas nosotras,

una noche, o un día, algún día, hermanas mías. Las amo

y las he amado. Yo he sido todas, he sido

yo, óiganme, mujeres del aire, de las casillas, de las rutas,

golpeándome las costillas, hemos sido todas una, invencibles,

unidas invisiblemente como las majadas por el trueno,

corriendo, de aquí para allá, haciendo dulzura, comida, lavando

hijos, trastos, hemos sido la fuerza de este mundo, la rotura

ardiente de nosotras echando vida. Qué mal nos harán, hermanas?

Qué mal nos harán. Somos

un solo cuerpo vibrando.

Estamos a salvo.

Las amo, las he amado.

Poema 557. Es difícil hablar de la noche...

Jack Gilbert. Estados Unidos, 1925-2012.


Es difícil hablar de la noche.

Es un tiempo distinto. No

la ausencia del día.

Pero donde no hay flores

en las que refugiarse.

Sólo esta oscuridad

y el lugar conocido de mi cuerpo.

Y las voces que me llaman

al amor.

No es la noche de los jóvenes:

su simple medianoche de terror.

Tampoco un último lugar de empleo.

Esta oscuridad es un país muy importante.

Llego a ella a los cuarenta

y descubro una inundación de noche.

Descubro la oscuridad en marcha.

En partes coagulada,

y en otras derramándose de luces.

Las voces aún deseosas del divorcio

al que nacemos.

Pero están más lejos

y no me interesan.

Tengo cuarenta, y es distinto ahora.

De repente, en el medio del pasaje,

vuelvo a mí. Echo brotes

gigantescos. Un imperio da frutos

inesperadamente: ciudades, bosquecitos de verano,

satrapías, caballos.

Un estar solo: una enormidad.

Gracias a dios.

Poema 556. Homenaje a mis caderas.

Lucille Cliffton. EEUU. 1936-2010.


homenaje a mis caderas


estas caderas son grandes caderas

necesitan espacio para

moverse

no caben en pequeños

lugares. estas caderas

son caderas libres

a ellas no les gusta que las detengan

estas caderas nunca han sido esclavizadas

van a donde quieren ir

hacen lo que quieren hacer

estas caderas son caderas poderosas

estas caderas son caderas mágicas

las he visto

hechizar a un hombre y

hacerlo girar como un trompo

Poema 555. Mucho antes de ser trovadora...

Westonia Murray. Australia, 1938.


Mucho antes de ser trovadora

De mis amores 

Mucho antes

De haber dejado de enamorarme

En secreto 

Me propuse

Conocer la temperatura

Que moviera mi cuerpo

En pos de otros.

Poema 554. Yo he visto.

Liliana Ancalao, Comodoro Rivadavia 1961.


yo he visto


yo he visto a los chulengos en manada

iluminados por la luna


cuando aparecen ellos

el invierno se entrega

cubierto de pelusas y de lana

he visto el aire estremecido entre sus ancas tibias

y a la libertad y a la ternura

galopando con ellos

sueltas

por la tierra


he visto creo

más de lo que merezco:

he visto a los chulengos desde lejos


yo presiento que he de andar más todavía

quién sabe cuánto

hasta vencer el miedo de acercarme hasta ellos

para medirme en sus ojos tan profundos de espacio

y aceptar el milagro de un silencio de nieve

que desprenda la costra los últimos abrojos


si resisto es posible que me permitan ellos

sumergirme en sus ojos ingenuos infinitos

estaquearme un instante

en el centro del tiempo


ser la libertad ser la ternura

galopando con ellos

sueltos

por la tierra

Poema 553. Ven a vivir conmigo...

Alejandra Pizarnik, Bs. As. 1936-1972.


Ven a vivir conmigo. Tendremos todos los libros de poesía que existen en el mundo. Toda la música. Todos los alcoholes que arden en los ojos y corroen el odio. Nos embriagaremos hasta oscilar como seres de una materia fosforescente, y diremos tantos poemas que nuestras lenguas se incendiarán como rosas.