Roberto Juarroz. Coronel Dorrego, 1925 - Temperley, 1995.
A veces parece
que estamos en el centro de la fiesta.
Sin embargo
en el centro de la fiesta no hay nadie.
En el centro de la fiesta está el vacío.
Pero en el centro del vacío hay otra fiesta.
Artefacto poético de Shirley Temperley. Un poema llega cada día a tu WhatsApp. En este blog, la recopilación de esos envíos.
Roberto Juarroz. Coronel Dorrego, 1925 - Temperley, 1995.
A veces parece
que estamos en el centro de la fiesta.
Sin embargo
en el centro de la fiesta no hay nadie.
En el centro de la fiesta está el vacío.
Pero en el centro del vacío hay otra fiesta.
Omar Chauvié. La Pampa, 1964.
la academia
bau
de
laire
bau
de
laire
bau
de
laire
te vinimos a ver...
te llevarnos en el corazón.
Fabián Casas. Buenos Aires, 1965.
Los Olímpicos
All the Olympians; a thing never known again.
W.B.Yeats
A veces me gusta pensar
que puedo pararme una vez más
frente a mi vieja casa.
Sí. Acá está la inmensa puerta verde.
Nunca estaba con llave
y se abría empujándola un poco.
Tal cual. Se abrió.
Ahora camino por el largo pasillo
mientras me siguen, haciendo equilibrio por el muro,
los gatos de nuestros vecinos.
La segunda puerta es de metal
y detrás de ella se abre el patio,
las macetas con sus plantas,
y las altas piezas
donde se distribuían
el comedor y los dormitorios.
Sentada a la mesa, mi familia intacta
me espera para comer.
Mientras charlan y se sirven los platos,
es obvio que decidieron pasar por alto
que ya tengo 40 años
y que desentono con estas ropas infantiles.
Yo tampoco les digo
que sé cómo van a terminar
algunos de ellos.
Para qué envenenar el almuerzo.
Después,
se desperdigan a la marchanta
hacia las piezas del fondo.
Inquieto como siempre,
a grandes zancadas,
mi papá atraviesa el patio.
¡Tiene una gorra hecha con papel de diario!
¡Cómo me pude olvidar de eso!
Salgo a la calle,
la remera de banlon me pica en el cuello
y los jeans con remiendos en las rodillas
se sienten estrechos. Ahí, esperándome,
brillosos bajo el sol primaveral, están mis amigos.
Cuando me ven, abren el círculo de su corazón
para que me pueda sumar. Sí, son ellos.
Bien mantenidos
en las bajas temperaturas del inconsciente,
están exactamente como los dejé:
sobre la vereda de los setenta
ríen los olímpicos de Boedo;
algo que no se volvió a ver.
Mary Oliver. EEUU, 1935-2019.
LA POETA COMPARA LA NATURALEZA HUMANA CON EL MAR DEL QUE VENIMOS
El mar puede hacer locuras, puede ser delicado,
es capaz de tenderse a respirar como la seda
o de sembrar el caos hasta la orilla; puede hacer
regalos o mezquinarlo todo; puede crecer, bajar, echar
espuma como un frenesí de fuentes, o puede
endulzarte los oídos. Yo misma soy capaz de todo
eso y, no lo dudes, vos también, vos también.
Irene Gruss. Buenos Aires, 1950-2018.
Yo estuve lavando ropa mientras mucha gente desapareció
no porque sí
se escondió
sufrió
hubo golpes
y
ahora no están
no porque sí
y mientras pasaban sirenas y disparos, ruido seco
yo estuve lavando ropa,
acunando,
cantaba,
y la persiana a oscuras.
Juan Gelman. Bs As. 1930, México, 2014.
NOTA XIII
cada compañero tenía un pedazo de sol
en el alma/ el corazón/ la memoria/
cada compañero tenía un pedazo de sol
y de eso estoy hablando
estoy diciendo que cada compañero tenía un pedazo de sol
que le iluminaba la cara/
le daba calor en el pavor nocturno/
lo abellaba alegrándole los ojos/
lo hacía volar/ volar/ volar/
¿se apagaron esos pedazos de sol ahora/ ahora que los compañeros murieron?/
¿se apagaron sus pedazos de sol?/ ¿no siguen alumbrándoles alma/
memoria/ corazón/ calentándoles
el calcañar/ los huesos/ disparados de sombra?
solcito que se apagaba así/
todavía alumbrás esta noche/
en que estamos mirando la noche
hacia el lado por donde sale el sol
Francisco Paco Urondo. Santa Fe, 1930-Mendoza, 1976.
Tirado al sol
como las víboras, cerca
del agua de la patria, siento
menos miedo que
por las noches, cuando
no hay cielo, ni agua,
ni país, ni memoria.
José Asunción Silva. Colombia, 1865-1896.
Cuando enferma la niña todavía
salió cierta mañana
y recorrió, con inseguro paso
la vecina montaña,
trajo, entre un ramo de silvestres flores
oculta una crisálida,
que en su aposento colocó, muy cerca
de la camita blanca...
Unos días después, en el momento
en que ella expiraba,
y todos la veían, con los ojos
nublados por las lágrimas,
en el instante en que murió, sentimos
leve rumor de alas
y vimos escapar, tender al vuelo
por la antigua ventana
que da sobre el jardín, una pequeña
mariposa dorada...
La prisión, ya vacía, del insecto
busqué con vista rápida;
al verla vi de la difunta niña
la frente mustia y pálida,
y pensé ¿si al dejar su cárcel triste
la mariposa alada,
la luz encuentra y el espacio inmenso,
y las campestres auras,
al dejar la prisión que las encierra
qué encontrarán las almas?
José Watanabe. Perú, 1945-2007.
Acerca de la libertad
Esta mañana han comprado un pájaro
como se compra una fruta
un ramo de flores.
Dicen que Hokusai compraba pájaros para liberarlos.
También Leonardo
pero midiéndoles el impulso y el rumbo.
Posiblemente en la infancia he pintado pájaros
pero jamás les he hallado relación exacta con los aviones.
Estoy tentado a liberar este pájaro
a devolverle
su derecho de morir sobre el viento.
Me van a pedir razones.
Sentiré la obligación de hablar acerca de la libertad
pero mi familia que es muy lógica
dirá que afuera solo
con el viento
a ver qué hago.
Blanca Varela. Perú 1926-2009.
Curriculum vitae
digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.
Circe Maia. Montevideo, 1932.
Raíces
Hoy de mañana
tuvimos que arrancar unas hierbas
que crecían por todas las ranuras.
Se arrancaron las hierbas
y quedaron al sol temblando las raíces
como sorprendidísimas... ¿y esto?
¿De lo oscuro a lo claro en un instante?
Muerte invertida, rara:
de la tierra cerrada y ciega
al ojo azul, que todo lo traspasa.
Abrirse a todo aire: perderse.
Soltarse a toda luz: también perderse
dicen las raíces
temblando.
Yibrán Jalil Yibrán. Líbano, 1883 - Estados Unidos, 1931.
¿Cómo podrá abrirse mi corazón
a menos que se rompa?
Liliana Campazzo. Bs. As. 1959.
VIII
Hoy tengo que pelar esta naranja que es el día
y en las ventanas destrozadas en la infancia
hacen volar palomas
las piernas cruzadas las manos frías la boca abierta
enhebro la aguja de coser con agua
zurzo o bordo o tejo
nada dura
escribo en el agua
alguien vino a decirme donde estoy
la que no soy me está llamando.
Alberto Caeiro. Portugal, 1889 - 1915.
Más allá de la curva del camino
tal vez haya un pozo y tal vez un castillo,
o tal vez tan sólo continúe el camino.
No lo sé ni pregunto.
Mientras voy por el camino que hay antes de la curva
sólo miro el camino que hay antes de la curva,
porque no puedo ver más que el camino que hay antes de la curva.
De nada me habría de servir el mirar a otro lado
o hacia lo que no veo.
Impórtenos nada más que el lugar donde estamos.
Hay belleza suficiente en estar aquí y no en otra parte.
Si alguien existe más allá de la curva del camino,
quienes se preocupan por lo que hay más allá de la curva del camino
ahí tienen el camino que es el suyo.
Si ahí hemos de llegar, al llegar lo sabremos.
Por ahora tan sólo sabemos que ahí es donde no estamos.
Aquí no hay más camino que el de antes de la curva, y antes de la curva
el camino que hay no tiene curva alguna.
Laura Devetach. Reconquista, 1936.
Advertencia
Puedo ser
más terrible que yo misma
cuando siento masticar
a los que comen gente
para sentirse vivos.
João Cabral de Melo Neto. Brasil, 1920-1999.
Tejiendo la mañana
Un gallo solo no teje la mañana:
Siempre necesitará de otros gallos.
De uno que recoja su grito
y lo lance a otro; de otro gallo
que recoja el grito del anterior
y lo lance a otro; y de otros gallos
que con muchos otros crucen
los hilos de sol de sus gritos
para que la mañana, como una tela tenue,
vaya siendo tejida entre todos los gallos.
Elena Annibali. Córdoba, 1978.
Hacia el 8M (un año más)
Oigan, mujeres de las casillas, oigan
mujeres de la ruta, de los tinglados
y de los galpones, óiganme, mujeres
que hacen pastar al ganado y se queman al sol
como culebras, óiganme, las amo y las he amado,
siempre. Maternando en los colectivos, dando
oscura, agria leche, o tibia y dulce, las he visto
cubiertas de asfódelos, en mi memoria, aún
las afantasmadas, las idas, las difíciles figuras perdidas
en la noche del tiempo. He paseado
con ustedes, en trenes, las he visto
correr bajo la lluvia en altos tacones rojos, martirizadas
en la ardiente cocina del patrón, golpeadas, tiradas
en las banquinas, moliendo maíz, o sacando el piojo
al perro, al niño, al mono, sin muecas de asco
o de rencor hirviendo la carne, la sopa,
los trapos infectos de los enfermos, o quemando azúcar
ante el muerto o la tripa del hijo, o la mierda del ajeno.
Las he visto en las alcantarillas. Mi ciudad es una cartografía
del horror, el campo es una cartografía del horror, las casas,
las piezas, los puertos, los ríos, las fábricas, las iglesias son
una cartografía del horror. Nos hemos acostumbrado?
Nos da pereza? No nos importa verlas secas, heridas, marcadas,
perdiéndose, los ojos vueltos hacia adentro, los puños
apretados, la flor de la mansedumbre y la resignación,
incubado por siglos el huevo de la vergüenza y la rabia ha parido
mujeres muertas. Pero yo en trenes, óiganme, en casillas,
óiganme, mujeres de los barrios altos, en los hornos, manejando
camiones, arando el campo, barriendo suelos ajenos en
hospitales, óiganme mujeres que en la noche, las amo
y las he amado. Aún tocadas por la codicia, el espanto,
la guerra, óiganme mujeres, soy la hermana que también,
si, no sé por qué o cómo, si, también, se me tuerce la boca,
saben? Sí, yo también he sido el cuerpo donde ha caído la mano
equivocada, el palo, la humillación, la tensada cuerda del
desprecio. También he sido aquella vez en que me ahogaron,
ahogándome, quitándome del medio la palabra, el uso
del aire, la respiración cortada, el cuerpo una interrogación,
una oscuridad, un corte, también he sido lo que todas nosotras,
una noche, o un día, algún día, hermanas mías. Las amo
y las he amado. Yo he sido todas, he sido
yo, óiganme, mujeres del aire, de las casillas, de las rutas,
golpeándome las costillas, hemos sido todas una, invencibles,
unidas invisiblemente como las majadas por el trueno,
corriendo, de aquí para allá, haciendo dulzura, comida, lavando
hijos, trastos, hemos sido la fuerza de este mundo, la rotura
ardiente de nosotras echando vida. Qué mal nos harán, hermanas?
Qué mal nos harán. Somos
un solo cuerpo vibrando.
Estamos a salvo.
Las amo, las he amado.
Jack Gilbert. Estados Unidos, 1925-2012.
Es difícil hablar de la noche.
Es un tiempo distinto. No
la ausencia del día.
Pero donde no hay flores
en las que refugiarse.
Sólo esta oscuridad
y el lugar conocido de mi cuerpo.
Y las voces que me llaman
al amor.
No es la noche de los jóvenes:
su simple medianoche de terror.
Tampoco un último lugar de empleo.
Esta oscuridad es un país muy importante.
Llego a ella a los cuarenta
y descubro una inundación de noche.
Descubro la oscuridad en marcha.
En partes coagulada,
y en otras derramándose de luces.
Las voces aún deseosas del divorcio
al que nacemos.
Pero están más lejos
y no me interesan.
Tengo cuarenta, y es distinto ahora.
De repente, en el medio del pasaje,
vuelvo a mí. Echo brotes
gigantescos. Un imperio da frutos
inesperadamente: ciudades, bosquecitos de verano,
satrapías, caballos.
Un estar solo: una enormidad.
Gracias a dios.
Lucille Cliffton. EEUU. 1936-2010.
homenaje a mis caderas
estas caderas son grandes caderas
necesitan espacio para
moverse
no caben en pequeños
lugares. estas caderas
son caderas libres
a ellas no les gusta que las detengan
estas caderas nunca han sido esclavizadas
van a donde quieren ir
hacen lo que quieren hacer
estas caderas son caderas poderosas
estas caderas son caderas mágicas
las he visto
hechizar a un hombre y
hacerlo girar como un trompo
Westonia Murray. Australia, 1938.
Mucho antes de ser trovadora
De mis amores
Mucho antes
De haber dejado de enamorarme
En secreto
Me propuse
Conocer la temperatura
Que moviera mi cuerpo
En pos de otros.
Liliana Ancalao, Comodoro Rivadavia 1961.
yo he visto
yo he visto a los chulengos en manada
iluminados por la luna
cuando aparecen ellos
el invierno se entrega
cubierto de pelusas y de lana
he visto el aire estremecido entre sus ancas tibias
y a la libertad y a la ternura
galopando con ellos
sueltas
por la tierra
he visto creo
más de lo que merezco:
he visto a los chulengos desde lejos
yo presiento que he de andar más todavía
quién sabe cuánto
hasta vencer el miedo de acercarme hasta ellos
para medirme en sus ojos tan profundos de espacio
y aceptar el milagro de un silencio de nieve
que desprenda la costra los últimos abrojos
si resisto es posible que me permitan ellos
sumergirme en sus ojos ingenuos infinitos
estaquearme un instante
en el centro del tiempo
ser la libertad ser la ternura
galopando con ellos
sueltos
por la tierra
Alejandra Pizarnik, Bs. As. 1936-1972.
Ven a vivir conmigo. Tendremos todos los libros de poesía que existen en el mundo. Toda la música. Todos los alcoholes que arden en los ojos y corroen el odio. Nos embriagaremos hasta oscilar como seres de una materia fosforescente, y diremos tantos poemas que nuestras lenguas se incendiarán como rosas.