Osvaldo Bossi. Buenos Aires, 1960.
21
Estoy preparado para la caída,
el empujón que vendrá en cualquier momento
y me dejará tirado por ahí, tullido, la carne
rota contra la pared. Me espera la ambulancia,
los primeros auxilios en una sala de emergencia,
los parches y un circuito de lágrimas
que atravesaré resignado, tranquilo, como quien dice
tenía que pasar. Pero no más que eso.
A mi edad, Robin, el amor,-- cualquier amor--
es un milagro, así que magullado y todo, agradeceré
la luz de estos días juntos. Como un veterano de guerra
me prepararé un buen café a la mañana
y comprobaré que todo, en cierta forma, sigue igual.
La luz en la ventana, las hojas de los árboles
en los árboles, el dulce secreto de tu cuerpo
guardado en el mío. ¿Quién puede lamentarse de eso?
Si el francotirador que me tiene, desde hace años
en la mira, dispara, que dispare... Hay un brillo
que baja de tus ojos hasta tus labios y es
sólo para mí. Parece poco, pero si lo miramos
con atención, es una aurora adentro
de otra aurora. ¿No es maravilloso?