miércoles, 12 de abril de 2023

Poema 316. Abeja.

Claudia Masin. Resistencia, 1972. 


Abeja


Como la abeja que llega al panal

y encuentra las funciones ya asignadas: la reina, los zánganos,

las ninfas, las obreras, viniste a cumplir tu tarea

y retirarte. Raro es decir que no, y más raro todavía escaparse.

¿Qué hay allá afuera para los renegados? ¿Soledad, incertidumbre,

miedo a haber quedado sin protección ni casa? Hoy vi una flor

idéntica a una estrella, estaba en medio de un terreno abandonado,

y como buena flor silvestre crecía exuberante,

desmadrada. ¿Qué hacía en medio de un baldío una flor

que imitaba a una estrella? Yo creo que era tan hermosa

porque no servía para nada. Es decir, no duraría más que un rato

viva si la arrancaran, no podría venderse ni comprarse,

no tenía ninguna función en el ecosistema,

ninguna criatura la extrañaría si faltase. Y sin embargo

cada tarde, cuando se iba la luz,

empezaba a recortarse en el pastizal.

Parecía que estaba sola y que brillaba con luz propia,

y si me dijeran que en ese momento del día el universo

giraba alrededor de ella, lo creería:

los que se apartan de la ley que los obliga

a estar mimetizados con su entorno, tienen un resplandor

intenso y breve. Ser raro es dejar de ser reconocido

por los del propio clan, y ya se sabe

qué pasa con el que no tiene la aprobación de su especie.

Da miedo renunciar a la esperanza

de la normalidad: soñar con que alguna vez aceptaremos

que se debe tomar lo que hay, atarse a eso

con desesperación, quedarse en la familia, la patria, el amor

el odio que nos dieron. Pero la vida que nos toca es ajena,

una bomba que llevamos encima y nos ha minado el cuerpo.

Estamos paralizados por el terror a que explote

cada vez que tratamos de renunciar a ella y encontrar en otra parte

una vida que se nos parezca.

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