martes, 30 de mayo de 2023

Poema 356. Después de años.

Ted Kooser. Estados Unidos, 1939.


Después de años


Hoy, desde lejos, te vi

alejarte, y sin un sonido

la resplandeciente cara de un glaciar

se hundió en el mar. Un viejo roble

cayó en las Cumberlands, levantando apenas

un puñado de hojas, y una anciana

que esparcía maíz para sus gallinas levantó la mirada

por un instante. En el extremo opuesto

de la galaxia, una estrella treinta y cinco veces

mayor que nuestro sol explotó

y se desvaneció, dejando una pequeña mancha verde

en la retina del astrónomo

como si éste estuviera de pie en la gran cúpula abierta

de mi corazón sin nadie a quien contárselo.

Poema 355. Ama de casa.

Anne Sexton. Estados Unidos, 1928-1974.


Ama de casa


Algunas mujeres se casan con su casa.

Es otro tipo de piel; tiene corazón,

boca, hígado y mueve el intestino.

Las paredes son firmes y rosadas.

Mira cómo ella se pasa el día de rodillas,

lavándose a sí misma con fidelidad.

Los hombres penetran por la fuerza, como Jonás atraídos

por su madre carnal.

Una mujer es su propia madre.

Esto es lo principal.


Trad. María Negroni

Poema 354. Malva.

Ana Jimena Sánchez. México, 1990.


Malva


Sembré

en el huerto de tu

cuerpo una palabra

recordatorio de un tiempo

que espera

para darte lo mejor

y supe

a la orilla de tu herida

que las cosas

son

lo que

son

que quien no ama

no sobrevive.

Poema 353. Un día las cosas dejan de ser simples para vos...

Mercedes Halfon. Buenos Aires, 1980.


Un día las cosas dejan de ser simples para vos


todos tienen su verdad pero la tuya

como el pan, no tiene huesos

de noche nos amigamos con el aire

las luces del cerebro

la capa que nos envuelve se agita

como el pan, endurecemos.

Poema 352. Alta traición.

José Emilio Pacheco. México,  1939-2014.


Alta traición


No amo mi patria.

Su fulgor abstracto

es inasible.

Pero (aunque suene mal)

daría la vida

por diez lugares suyos,

cierta gente,

puertos, bosques de pinos,

fortalezas,

una ciudad deshecha,

gris, monstruosa,

varias figuras de su historia,

montañas

(y tres o cuatro ríos).

Poema 351. Lo imprescindible.

Cristina Peri Rossi. Montevideo, 1941.


Lo imprescindible


Uno aprende que lo imprescindible

no eran los libros

no eran los discos

no eran los gatos

no eran los paraísos en flor

derramándose en las aceras

ni siquiera la luna grande -blanca-

en las ventanas

no era el mar arribando

su rumia rompedora en el malecón

ni los amigos que ya no se ven

ni las calles de la infancia

ni aquel bar donde hacíamos el amor con la mirada.


Lo imprescindible era otra cosa.

Poema 350. El soldador.

Fabián Casas. Buenos Aires, 1965.


El soldador


Tenemos a un hombre mayor en una cama.

Está por morir.

Es algo que pasa una y otra vez. Ayer, en la plaza,

Olga agarró una paloma con la mano para acariciarla,

pero el animal, por el susto, se murió.

Dentro de una bolsa de plástico

quedó en el tacho de basura.

Pensé mucho en el destino de esa paloma,

en los lentes negros e inmensos de Olga,

y en sus uñas manchadas con esmalte rojo.

El problema es que este hombre mayor es un ser querido.

Y que escribo el poema donde él se está muriendo.

El poema es mío, el hombre mayor es mío.

De estas posesiones surgen preguntas

difíciles de responder.

Un escritor, ¿no debería ir siempre

en contra de su habilidad? Y Aquiles,

¿no tendría que haber bajado un cambio

y cerrado el trato con Héctor?

De todas formas, el hombre mayor va a morir al toque.

Ha decidido hacerlo en su casa,

rodeado de los seres queridos.

El cerebro comenzó a enviar órdenes para que los órganos

se cierren en sí mismos

y empiecen a pasar los títulos

sobre una cara memorable.

Una cara para besar, una sandía jugosa en un día de calor.

Quería ser un soldado pero fue un soldador.

Bajaba la máscara de acero y trabajaba durante la noche

uniendo los destinos de personas

que se rechazaban como órganos implantados.

Aún hoy la gente del barrio comenta

los chispazos de luz y ruido

que el soplete largaba en la oscuridad.

Es el soldador que está trabajando,

decía el que paseaba al perro nocturno.

Es el soldador que está trabajando,

decía la que le pasaba el último trapo a la cocina

antes de acostarse. Me tengo que apurar,

pensaba el joven poeta mientras copiaba y copiaba.

El sueño sudamericano cabe en un mp3,

el sueño de los dioses no nos incumbe,

la pesadilla de los erpios es morir fusilados.

Los que fueron tocados por la gracia del Soldador,

jamás podrán olvidarlo. Publicó lo mejor

y lo peor de Horla City: al montonero que

se arrodilló ante la Reina,

al gaucho psicodélico, a la gorda resentida,

al que esperaba nervioso, sin escuchar a nadie,

que lo invitaran al podio para leer sus poemas.

Olga, la abuela de Baltazar, pasa los días

en una vieja casa de Almagro, la paloma muerta

no ocupa ni un milímetro de sus pensamientos.

Era enfermera, ahora es enferma y corrió

a refugiarse en el evangelismo. Se la puede ver

reseteando la biblia en las esquinas.

Dice Olga:

“Nadie podía tocar su cuerpo

porque todavía no se había presentado ante El Señor”.

Ese Señor fue mi pastor. Recuerden cómo era,

recuerden cómo hablaba.

Poema 349. Cada lágrima...

Pablo Albornoz. Buenos Aires, 1978.


cada lágrima 

cada gota de rocío

te hace crecer

Poema 348. Sorda y silencio.

Luciana Mellado. Buenos Aires, 1975.


Sorda y silencio


No te vayas

tu silencio llenará la casa

si te vas

me aturdirá cuando esté sola

y pueda escucharlo

Poema 347. Lluvia.

Raúl González Tuñón, Buenos Aires 1905-1974.


Lluvia


a Amparo Mom


      Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.

      Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados. Otras veces cae con furia, y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.

      De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.

      De cualquier manera sus tambores acunan nuestras noches y la lectura tranquila corre a su lado por los canales del sueño.

      Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban:

      No habían despertado todavía al amor.

      No sabían nada de nosotros.

      De nuestro secreto.

      Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.

      Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos, todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.

      Te quiero con toda la ternura de la lluvia.

      Te quiero con toda la furia de la lluvia.

      Te quiero con todos los tambores de la lluvia.

      Te quiero con todos los violines de la lluvia.

      Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.

      Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana, increíble, pero, tan real, numerosa, pero tan mía.

      Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.

      Oh, visitante.

      Ya es seguro que ningún desvío nos separará.

      Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.

      Ambos nos ayudaremos para subir la callejuela empinada.

      Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.

      Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos sombras, y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.

      Oh, visitante.

      Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.

      Estoy tocado de tu destino.

      Al extremo de que nada te pertenece sino yo.

      Al extremo de que nada me pertenece sino tú.

      Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra esperanza, los humildes barrios de los trabajadores.

      La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Oh, íntima, recóndita alegría.

             Estoy tocado de tu destino.

             Oh, lluvia. Oh, generosa.

Poema 346. Tomboy.

Claudia Masin. Resistencia, 1972.


Tomboy


Yo no sé cómo se hace para andar por el mundo

como si solo hubiera una posibilidad para cada cual, una manera

de estar vivos inoculada en las venas durante la niñez,

un remedio que va liberándose lentamente en la sangre a lo largo

de los años igual que un veneno que se convierte en un antídoto

contra cualquier desobediencia que pudiera

despertarse en el cuerpo. Pero el cuerpo no es

una materia sumisa, una boca que traga limpiamente

aquello con que se la alimenta. Es un entramado

de pequeños filamentos, como imagino que son los hilos

de luz de las estrellas. Lo que nunca podría

ser tocado: eso es el cuerpo. Lo que siempre queda afuera

de la ley cuando la ley es maciza

y violenta, una piedra descomunal que cae desde lo alto de una cima

y arrasa lo que encuentra. ¿Cómo pueden entonces

andar tan cómodos y felices en su cuerpo, cómo hacen

para tener la certeza, la seguridad de que son eso: esa sangre,

esos órganos, ese sexo, esa especie? ¿Nunca quisieron

ser un lagarto prendido cada día del calor del sol

hasta quemarse el cuero, un hombre viejo, una enredadera

apretándose contra el tronco de un árbol para tener de dónde

sostenerse, un chico corriendo hasta que el corazón

se le sale del pecho de pura energía brutal,

de puro deseo? Nos fuerzan

a ser aquello a lo que nos parecemos. ¿Nunca

se te ocurrió cómo sería si en lugar de manos tuvieras garras

o raíces o aletas, cómo sería

si la única manera de vivir fuera en silencio

o soltando murmullos o gritos

de placer o de dolor o de miedo, si no hubiera palabras

y el alma de cada cosa viva se midiera

por la intensidad de la que es capaz una vez

que queda suelta?

Poema 345. Casi cruzo la barrera.

Enrique Lihn. Chile, 1929-1988.


Casi cruzo la barrera


Casi cruzo la barrera

del espejo para ver

lo que no se puede ver:

el mundo cómo sería

si la realidad copiara,

y no al revés, el espejo

llena, por fin, de su nada.

Poema 344. Paisaje.

Mary Oliver. EEUU, 1935-2019.


PAISAJE 


Todas las mañanas le doy la misma vuelta

al estanque, y pienso: si un día se me cierran

las puertas del corazón, más me vale morirme.


Todas las mañanas, al menos hasta ahora, 

estoy viva. Y ahora los cuervos se desprenden 

de la oscuridad y se lanzan al cielo: 


como si toda la noche hubieran pensado 

en cómo les gustaría que fueran sus vidas 

e imaginado sus propias alas: fuertes, gruesas.

Poema 343. Precisión.

Clarice Lispector. Ucrania, 1920-Brasil, 1977.


Precisión


Lo que me tranquiliza

es que todo lo que existe,

existe con absoluta precisión.

Cualquiera que sea el tamaño de la cabeza de un alfiler,

no se desborda una fracción de milímetro

más allá del tamaño de la cabeza de un alfiler.

Todo lo que existe es de gran precisión.

La pena es que la mayor parte de lo que existe

con esa precisión

es técnicamente invisible para nosotros.

Lo bueno es que la verdad nos llega

como un sentido secreto de las cosas.

Terminamos adivinando, confundidos,

la perfección.

Poema 342. Estoy aquí.

Idea Vilariño. Montevideo, 1920-2009.


Estoy aquí


Estoy aquí

en el mundo

en un lugar del mundo,

esperando

esperando.

Ven

o no vengas

yo

me estoy aquí

esperando.

Poema 341. Cuerpos.

Mariana Finochietto. Buenos Aires, 1971.


Cuerpos 


¿Cómo es

un cuerpo que aparece?

Aparece,

porque no estaba allí.

Aparece,

en un acto de magia.

¿Cómo es

un cuerpo que aparece?

¿Tendrá 

el peso del cuerpo de tus hijas,

el pelo de trenzar sueños de tu hermana,

las manos de temblor como tu madre?

¿Cómo es

un cuerpo cuando llega

mágicamente al lugar que duerme?

Un cuerpo que aparece 

no es un cuerpo.

Es otra cosa.

Era un cuerpo y ya no.

Ahora

es otra mujer

rota

por la mano de un hombre.

Un pedacito frío que resiste

bajo la tierra,

en bolsas,

un deshecho,

un resto.

¿Cómo es 

un cuerpo que aparece

cuando ya no es cuerpo,

cuando no tiene 

nada más 

que darle al mundo?

¿Cómo es 

un cuerpo que aparece,

solo

al borde de las cosas,

y no tiene 

más nada,

ni siquiera justicia?

Poema 340. Se equivocó la paloma.

Rafael Alberti. España, 1902-1999.


Se equivocó la paloma


Se equivocó la paloma.

Se equivocaba.


Por ir al norte, fue al sur.

Creyó que el trigo era agua.

Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo;

que la noche, la mañana.

Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío;

que la calor, la nevada.

Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa;

que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla.

Tú en la cumbre de una rama).

miércoles, 10 de mayo de 2023

Poema 339. Lo hacemos lo mejor que podemos...

Inger Christensen. Dinamarca, 1935 - 2019.


Lo hacemos lo mejor

que podemos.

Nos bañamos,

limpiamos,

quitamos las telarañas

con la escoba,

y cuando la lluvia

cesa

salimos

a la terraza

a escuchar

el río.

Por el camino

pasa

una mujer

y justo ahí,

a la izquierda

de las cebollas

hay

un pájaro

posado en una piedra.

Y toda la noche

bajo la luz

de las estrellas

estudiamos

el mapa,

tu mano

en la mía

y los cuerpos en la casa.

Poema 338. Al despertar...

Blanca Varela. Lima, 1926 - 2009.


Al despertar

me sorprendió la imagen que perdí ayer.

El mismo árbol en la mañana

y en la acequia

el pájaro que bebe

todo el oro del día.


Estamos vivos,

quién lo duda,

el laurel, el ave, el agua

y yo,

que miro y tengo sed.

Poema 337. Conversación.

Elizabeth Bishop. EEUU, 1911 - 1979.


Conversación


El tumulto en el corazón

sigue haciendo preguntas.

Y luego se detiene y se compromete a responder

en el mismo tono de voz.

Nadie puede notar la diferencia.


Sin inocencia, estas conversaciones empiezan,

y luego cautivan los sentidos,

como sin quererlo.

Y luego no hay opción,

y luego no hay sentido;


hasta que un nombre

y toda su connotación son lo mismo.

Poema 336. Manifiesto.

Nicanor Parra. Chile, 1914 - 2018.


MANIFIESTO


Señoras y señores

Ésta es nuestra última palabra.

-Nuestra primera y última palabra-

Los poetas bajaron del Olimpo.


Para nuestros mayores

La poesía fue un objeto de lujo

Pero para nosotros

Es un artículo de primera necesidad:

No podemos vivir sin poesía.


A diferencia de nuestros mayores

-Y esto lo digo con todo respeto-

Nosotros sostenemos

Que el poeta no es un alquimista

El poeta es un hombre como todos

Un albañil que construye su muro:

Un constructor de puertas y ventanas.


Nosotros conversamos

En el lenguaje de todos los días

No creemos en signos cabalísticos.


Además una cosa:

El poeta está ahí

Para que el árbol no crezca torcido.


Este es nuestro mensaje.

Nosotros denunciamos al poeta demiurgo

Al poeta Barata

Al poeta Ratón de Biblioteca.

Todos estos señores

-Y esto lo digo con mucho respeto-

Deben ser procesados y juzgados

Por construir castillos en el aire

Por malgastar el espacio y el tiempo

Redactando sonetos a la luna

Por agrupar palabras al azar

A la última moda de París.

Para nosotros no:

El pensamiento no nace en la boca

Nace en el corazón del corazón.


Nosotros repudiamos

La poesía de gafas obscuras

La poesía de capa y espada

La poesía de sombrero alón.

Propiciamos en cambio

La poesía a ojo desnudo

La poesía a pecho descubierto

La poesía a cabeza desnuda.


No creemos en ninfas ni tritones.

La poesía tiene que ser esto:

Una muchacha rodeada de espigas

O no ser absolutamente nada.


Ahora bien, en el plano político

Ellos, nuestros abuelos inmediatos,

¡Nuestros buenos abuelos inmediatos!

Se retractaron y se dispersaron

Al pasar por el prisma de cristal.

Unos pocos se hicieron comunistas.

Yo no sé si lo fueron realmente.

Supongamos que fueron comunistas,

Lo que sé es una cosa:

Que no fueron poetas populares,

Fueron unos reverendos poetas burgueses.


Hay que decir las cosas como son:

Sólo uno que otro

Supo llegar al corazón del pueblo.

Cada vez que pudieron

Se declararon de palabra y de hecho

Contra la poesía dirigida

Contra la poesía del presente

Contra la poesía proletaria.


Aceptemos que fueron comunistas

Pero la poesía fue un desastre

Surrealismo de segunda mano

Decadentismo de tercera mano,

Tablas viejas devueltas por el mar.

Poesía adjetiva

Poesía nasal y gutural

Poesía arbitraria

Poesía copiada de los libros

Poesía basada

En la revolución de la palabra

En circunstancias de que debe fundarse

En la revolución de las ideas.

Poesía de círculo vicioso

Para media docena de elegidos:

"Libertad absoluta de expresión".

Hoy nos hacemos cruces preguntando

Para qué escribirían esas cosas

¿Para asustar al pequeño burgués?

¡Tiempo perdido miserablemente!

El pequeño burgués no reacciona

Sino cuando se trata del estómago.


¡Qué lo van a asustar con poesías!


La situación es ésta:

Mientras ellos estaban

Por una poesía del crepúsculo

Por una poesía de la noche

Nosotros propugnamos

La poesía del amanecer.

Este es nuestro mensaje,

Los resplandores de la poesía

Deben llegar a todos por igual

La poesía alcanza para todos.


Nada más, compañeros

Nosotros condenamos

-Y esto sí que lo digo con respeto-

La poesía de pequeño dios

La poesía de vaca sagrada

La poesía de toro furioso.


Contra la poesía de las nubes

Nosotros oponemos

La poesía de la tierra firme

-Cabeza fría, corazón caliente

Somos tierrafirmistas decididos-

Contra la poesía de café

La poesía de la naturaleza

Contra la poesía de salón

La poesía de la plaza pública

La poesía de protesta social.


Los poetas bajaron del Olimpo.

Poema 335. IV.

Herberto Helder. Portugal, 1930 - 2015.


IV (del poema Las musas ciegas)




Mujer, casa y gato.

Una piedra en la cabeza de la mujer; y en la cabeza

de la casa, una luz violenta.

Anda un pez extenso por la cabeza del gato.

La mujer se sienta en el tiempo y mi melancolía

la piensa, mientras que

el gato imagina la elevada casa.

Eternamente la mujer de la mano pasa la mano

por el gato abstracto,

y la casa y el hombre que voy siendo

son minuto a minuto más concretos.


La piedra cae en la cabeza del gato y el pez

gira y para en la sonrisa

de la mujer de la luz. Dentro de la casa,

el movimiento oscuro de estas cosas que no encuentran

palabras.

Yo mismo caigo en la mujer, el gato

dormita en la palabra, y la mujer toma

la palabra del gato en el regazo.

Miro, y la mujer es la palabra.


Palabra abstracta que se enfrió en el gato

y ahora se calienta en la carne

concreta de la mujer.

La luz ilumina la piedra que está

en la cabeza de la casa, y el pez corre lleno

de originalidad por la palabra adentro.

Si toco la mujer toco el gato, y es apasionante.

Si toco (y es apasionante)

la mujer, toco la piedra. Toco el gato y la piedra.

Toco la luz, o la casa, o el pez, o la palabra.


Toco la palabra apasionante, si toco la mujer

con su gato, piedra, pez, luz y casa.

La mujer de la palabra. La Palabra.


Me echo y amo a la mujer. Y amo

el amor en la mujer. Y en la palabra, el amor.

Amo, con el amor en el amor,

no sólo la palabra sino

cada cosa que invade cada cosa

que invade la palabra.

Y pienso que estoy completo en el minuto

en que la mujer eternamente

pasa la mano de la mujer por el gato

dentro de la casa.


En el mundo tan concreto.

Poema 334. I.

Hugo Mujica. Avellaneda, 1942.


 Tiempo 

 de bajamar 

 algunos graznidos, 

 lo que el mar abandona 

 en la arena 

 y esta soledad de ser 

 solo a medias. 

II 

Es la hora 

de la melancolía, 

 la de la ausencia 

 de lo que nunca estuvo, 

de lo que sentimos 

más propio: 

 lo que todavía de nosotros 

 no dimos a luz en la vida.

Poema 333. Chicas flexibles de Tokio.

Jim Jarmusch. Akron, Estados Unidos, 1953. 


Chicas flexibles de Tokio


Los efectos del mundo se dispersan

Con lentos bloques verdes

Que caen en la calle.


Figuras de humo aquí en algún sitio

Levantándose como cabellos caucásicos.

Mi taxi está impermeabilizado contra la lluvia,


Luces, microondas, contra la canción

Las chicas vestidas como marineros

Están hipotéticamente cantando.

miércoles, 3 de mayo de 2023

Poema 332. Oh sí.

Charles Bukowski. Alemania, 1920 - Estados Unidos, 1994.


Oh sí


hay cosas peores que

estar solo

pero a menudo toma décadas

darse cuenta de ello

y más a menudo

cuando esto ocurre

es demasiado tarde

y no hay nada peor

que

un demasiado tarde

Poema 331. Preguntas de un obrero que lee.

Bertolt Brecht. Alemania, 1898-1956.


PREGUNTAS DE UN OBRERO QUE LEE.


¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas?

En los libros se mencionan los nombres de los reyes.

¿Acaso los reyes acarrearon las piedras?

Y Babilonia, tantas veces destruida,

¿Quién la construyó otras tantas?

¿En que casas de Lima, la resplandeciente de oro, vivían los albañiles?

¿A dónde fueron sus constructores la noche que terminaron la Muralla China?

Roma la magna está llena de arcos de triunfo.

¿Quién los construyó?

¿A quiénes vencieron los Césares?

Bizancio, tan loada,

¿Acaso sólo tenía palacios para sus habitantes?

Hasta en la legendaria Atlántida, la noche que fue devorada

por el mar,

los que se ahogaban clamaban llamando a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.

¿Él solo?

César venció a los galos;

¿no lo acompañaba siquiera un cocinero?

Felipe de España lloró cuando se hundió su flota,

¿Nadie más lloraría?

Federico Segundo venció en la Guerra de los Siete Años,

¿Quién más venció?

Cada página una victoria

¿Quién guisó el banquete del triunfo?

Cada década un gran personaje.

¿Quién pagaba los gastos?

A tantas historias, tantas preguntas.