martes, 30 de mayo de 2023

Poema 346. Tomboy.

Claudia Masin. Resistencia, 1972.


Tomboy


Yo no sé cómo se hace para andar por el mundo

como si solo hubiera una posibilidad para cada cual, una manera

de estar vivos inoculada en las venas durante la niñez,

un remedio que va liberándose lentamente en la sangre a lo largo

de los años igual que un veneno que se convierte en un antídoto

contra cualquier desobediencia que pudiera

despertarse en el cuerpo. Pero el cuerpo no es

una materia sumisa, una boca que traga limpiamente

aquello con que se la alimenta. Es un entramado

de pequeños filamentos, como imagino que son los hilos

de luz de las estrellas. Lo que nunca podría

ser tocado: eso es el cuerpo. Lo que siempre queda afuera

de la ley cuando la ley es maciza

y violenta, una piedra descomunal que cae desde lo alto de una cima

y arrasa lo que encuentra. ¿Cómo pueden entonces

andar tan cómodos y felices en su cuerpo, cómo hacen

para tener la certeza, la seguridad de que son eso: esa sangre,

esos órganos, ese sexo, esa especie? ¿Nunca quisieron

ser un lagarto prendido cada día del calor del sol

hasta quemarse el cuero, un hombre viejo, una enredadera

apretándose contra el tronco de un árbol para tener de dónde

sostenerse, un chico corriendo hasta que el corazón

se le sale del pecho de pura energía brutal,

de puro deseo? Nos fuerzan

a ser aquello a lo que nos parecemos. ¿Nunca

se te ocurrió cómo sería si en lugar de manos tuvieras garras

o raíces o aletas, cómo sería

si la única manera de vivir fuera en silencio

o soltando murmullos o gritos

de placer o de dolor o de miedo, si no hubiera palabras

y el alma de cada cosa viva se midiera

por la intensidad de la que es capaz una vez

que queda suelta?

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