Nicanor Parra. Chile, 1914-2018
Ecopoemas
Ya no pedimos pan
techo
ni abrigo
nos conformamos con un poco de aire
EXCELENCIA!
Artefacto poético de Shirley Temperley. Un poema llega cada día a tu WhatsApp. En este blog, la recopilación de esos envíos.
Nicanor Parra. Chile, 1914-2018
Ecopoemas
Ya no pedimos pan
techo
ni abrigo
nos conformamos con un poco de aire
EXCELENCIA!
Patricia García-Rojo. España, 1984.
MEMORÁNDUM
haz del pecho un prado
y no una jaula.
Iris Rivera. Buenos Aires, 1950.
de la retacería hasta mi casa
viene lloviendo un hilo
que sale de la tela
con la que fue tejida mi camisa
aquella
en la máquina Singer de mi vieja
que llovía a chaparrones
y me arrulla
ahora mismo
su sonido a pedal
a tormenta de noche
Xi Chuan. Xuzhou, 1963.
Tus células. Tu estrella. Tu escondite. Tu esquina. La puerta de tu casa. Tu silla sin pintar.
Una nube blanca se detiene en el cielo, como un tambo flamante.
Una araña trepa por mi espalda. Yo estoy absorto hace un rato mirando la tierra.
Antes de que aparecieras, yo casi no era yo mismo.
Aunque los tiburones mordían en el agua y los tigres atacaban en el bosque,
esta ciudad vacía necesitaba que golpearas con tus dedos el vaso y la mesa.
Así que necesitaba que emergieras de la nada, o que bajaras de un techo.
Así que buscaba frenéticamente tus huellas en el vidrio.
¿Pero quién sos? ¿Tenés un hermano mayor, una hermana menor? ¿En qué lugar naciste?
Sos como un invitado que no llega nunca a una cena,
y cuando al fin venís, extendés tus manos para abrazar puro viento.
Una brisa ligera a veces trae una lluvia feroz, y luego es la noche de las comadronas, y luego la mañana de los barrenderos.
Tengo pensamientos disparatados acerca del comienzo secreto de todo.
Dejame que te agarre la mano.
Vestida con esas medias largas, como una diosa de la antigüedad, parecés inventada.
Mirá, mis manos son más grandes que las tuyas, mis pies más sucios que los tuyos, pero compartimos la misma luz, y la misma oscuridad asimila nuestro miedo y nuestro coraje.
¿Pero quién sos?
¿En qué te basás para existir?
Martín Di Benedetto. Puerto Madryn, 1986.
la raíz encuentra la raíz
pero no busca.
todo lo que acontece a un árbol
es ser.
te preguntaste
cuándo vendrá el otoño
en pleno verano
las calles vacías hablan más
que las calles llenas
buscar tu amor mientras caminás
es una vida corta.
pero esto es sólo cielo
esto es sólo baldosa
esto es sólo puerta:
te juro que es lo mismo
aunque busques detrás
en realidad es todo junto.
siempre se agota el tiempo
esa es la trampa de lo eterno
darse cuenta
que no hay adelante
que no hay atrás.
Lola Arias. Buenos Aires, 1976.
Uno. Voy a dejar de mentir. Voy a dejar de fumar. Voy a dejar de tener miedo a la oscuridad. Dos. Nunca más voy a cometer errores porque es de noche o hace frío o tengo sobre la cabeza una nube melancólica. Tres. Tengo que dejar de perder el tiempo. Cuando llegue a casa voy a ponerme a escribir. No voy a atender el teléfono ni a comer los restos de mi heladera ni a leer todos esos libros que esperan como rascacielos en la mesita de luz. Cuatro. Mañana voy a cumplir treinta años. En lugar de hacer una fiesta voy a meterme en la bañadera a leer mis diarios viejos. ¿A qué edad termina la juventud?. Cinco. No escucho mi corazón debajo del agua. Podría morir ahora y no me daría cuenta. Si me muero quiero ser quemada y que mis cenizas vayan al mar o al río o que las tiren en el inodoro. Prefiero estar muerta debajo del agua que debajo de la tierra. Seis. Tengo que aprender a respirar mejor. Me gustaría que el aire saliera de mí sin que me diera cuenta, como si fuera una sirena hundida en una bañadera.
Jillian Kwon. Los Ángeles, 1988.
Esta canción se autodestruirá.
En algunos segundos, solamente,
mientras vos caminás bajo los árboles
y el sol te va borrando la mirada.
Esta canción se autodestruirá.
Allen Ginsberg. Estados Unidos, 1926-1997.
Mensaje
Desde que empezamos a cambiar
parrandear girar trabajar
llorar & mear juntos
me despierto por la mañana
con un sueño en los ojos
pero tú estás lejos en Nueva York
recordándome Bueno
te amo te amo
y tus hermanos están locos
acepto sus alcohólicos casos
Hace demasiado que estoy solo
hace demasiado que me siento en la cama
sin que nadie acaricie mi rodilla,
hombre o mujer qué me importa ahora,
yo quiero amor
para eso nací
quiero que estés conmigo
Barcos transoceánicos hirviendo sobre el Atlántico
Delicadas estructuras de rascacielos sobre Lakehurst
Seis mujeres desnudas bailando juntas
sobre una plataforma roja
Las hojas están verdes ahora en todos los árboles de París
Estaré en casa dentro de dos meses
y te miraré a los ojos.
Jean Cocteau. Francia, 1889-1963.
mi casa se estaba quemando y sólo podía salvar una cosa
decidí salvar el fuego
no tengo dónde vivir pero el fuego vive en mí
y me defiende discretamente de todo lo impuro
mi futuro ya no es importante
sólo cuenta la intensidad del instante
Irene Gruss. Buenos Aires. 1950-2018.
movimiento
Una mujer sola frente al mar
es más majestuosa que él.
Puede pasar una gaviota
augurando la muerte
o puede caer el sol, humedeciendo
las lonas de las carpas
hasta apagarlas,
pero una mujer
frente al mar
mece su soledad como una dueña
y no se estremece.
La luz
del mar tiene la importancia
y el movimiento de su ánimo, de su alma.
El viento suena alrededor
de la mujer
y la despierta:
ahora se trata de la playa sin luz, una mujer,
el sol caído, el sonido del mar
carpas levantadas,
el viento que lo da vuelta
todo.
Circe Maia. Montevideo, 1932.
Ha visto las palmeras de su plaza
casi al amanecer o cuando cae
la sombra y ha cruzado
-y siempre en diagonal- al mediodía.
Esas palmeras, esas anchas calles
por donde el paso anuda
sus rápidas puntadas
¿no son acaso suyas?
Más bien es al revés: él es de ellas
y ahora lo descubre.
Ellas: él mismo en ellas
caminante y camino.
Roberto Bolaño. Chile, 1953-España, 2003.
RESURRECCIÓN
La poesía entra en el sueño
como un buzo en el lago.
La poesía, más valiente que nadie,
entra y cae
a plomo
en un lago infinito como Loch Ness
o turbio e infausto como el lago Batalón.
Contempladla desde el fondo:
un buzo
inocente
envuelto en las plumas
de la voluntad.
La poesía entra en el sueño
como un buzo muerto
en el ojo de Dios.
Franco Rivero. Corrientes, 1981.
el día que más te extrañé estaba cocinando
el tiempo había cambiado cayó viento
y empezó a llover
cortó la luz
primero abrí una ventana para sentir
el olor a lluvia
pelaba una papa y el corazón me pelaba el rostro
pelaba otra papa y el corazón me seguía pelando el rostro
así que dejé todo como estaba
me saqué la ropa y fui a la lluvia
jugué como se juega cuando se quiere llorar
salté el tiempo suficiente para que el corazón
bajara
del cuello
no hizo falta que llore
la lluvia me había desahogado
la lluvia siempre me ha desahogado
volví y mi piel olía a mal tiempo
me sequé apenas
seguí cocinando
en absoluta coherencia
pelaba el corazón en las papas que quedaban
y el rostro ocupaba el lugar del corazón
Anne Sexton. EEUU 1928-1974
El beso
Mi boca florece como una herida.
He estado equivocada todo el año, tediosas
noches, nada sino ásperos codos en ellos
y delicadas cajas de Kleenex, llamando llora bebé
¡llora bebé, tonto!
Antes de ayer mi cuerpo estaba inútil.
Ahora está desgarrándose en sus rincones cuadrados.
Está desgarrando los vestidos de la Vieja Mary, nudo anudo
y mira, ahora está bombardeada con esos eléctricos cerrojos.
¡Zing! ¡Una resurrección!
Una vez fue un bote, bastante madera
y sin trabajo, sin agua salada debajo
y necesitando un poco de pintura. No había más
que un conjunto de tablas. Pero la elevaste, la encordaste.
Ella ha sido elegida.
Mis nervios están encendidos. Los oigo como
instrumentos musicales. Donde había silencio
los tambores, las cuerdas están tocando irremediablemente. Tú hiciste esto.
Puro genio trabajando. Querido, el compositor ha entrado
al fuego.
Roberto Juarroz. Coronel Dorrego, 1925 - Temperley, 1995.
17
Hay que caer y no se puede elegir dónde.
Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.
Es tan sólo el extremo de un signo,
la punta sin pensar de un pensamiento.
Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un Dios desierto.
Se trata de doblar algo más una coma
en un texto que no podemos corregir.
Tamara Padrón Abreu. Miraflores, Lima, Perú.
Tilda se desliza en la arena
Tilda
tiene cuatro direcciones
cuatro direcciones como el poema.
Es impecable
sabe mantener la distancia
entre sus dedos y el humo
entre la carne, el gesto y alguien
que pueda decir con más precisión
lo que se me escapa en estas líneas.
Tilda
es inestable
como los balcones de madera
en la atemporal ciudad de Cusco,
conoce secretos de los bereberes,
aprendió a desplazarse sobre granos de arena,
también aprendió que nadie posee
un juego de piernas tan ligero
como para no ser derrotado
por su propia sombra.
Su padre era noble
pero bien podría haber sido un carnicero
su madre bebía demasiado para recordarla,
tuvo un hermano hermoso
no está segura.
Leila Guerriero. Junín, 1967.
ESCRIBIR
Hay que amasar el pan. Hay que amasar el pan con brío, con indiferencia, con ira, con ambición, pensando en otra cosa. Hay que amasar el pan en días fríos y en días de verano, con sol, con humedad, con lluvia helada. Hay que amasar el pan sin ganas de amasar el pan. Hay que amasar el pan con las manos, con la punta de los dedos, con los antebrazos, con los hombros, con fuerza y con debilidad y con resfrío. Hay que amasar el pan con rencor, con tristeza, con recuerdos, con el corazón hecho pedazos, con los muertos. Hay que amasar el pan pensando en lo que se va a hacer después. Hay que amasar el pan como si no fuera a hacerse nada, nunca más, después. Hay que amasar el pan con harina, con agua, con sal, con levadura, con manteca, con sésamo, con amapola. Hay que amasar el pan con valor, con receta, con improvisación, con dudas. Con la certeza de que va a fallar. Con la certeza de que saldrá bien. Hay que amasar el pan con pánico a no poder hacerlo nunca más, a que se queme, a que salga crudo, a que no le guste a nadie. Hay que amasar el pan todas las semanas, de todos los meses, de todos los años, sin pensar que habrá que amasar el pan todas las semanas de todos los meses de todos los años: hay que amasar el pan como si fuera la primera vez. Habrá que amasar el pan cuando ella se muera, hubo que amasar el pan cuando ella se murió, hay que amasar el pan antes de partir de viaje, y al regreso, y durante el viaje hay que pensar en amasar el pan: en amasar el pan cuando se vuelva a casa. Hay que amasar el pan con cansancio, por cansancio, contra el cansancio. Hay que amasar el pan sin humildad, con empeño, con odio, con desprecio, con ferocidad, con saña. Como si todo estuviera al fin por acabarse. Como si todo estuviera al fin por empezar. Hay que amasar el pan para vivir, porque se vive, para seguir viviendo. Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia.
Juana Bignozzi. Bs As, 1937-2015
Las décadas no han pasado
yo camino sola en la luz de la tarde
en las vidas paralelas de los hombres que he tocado
soy el gran escenario y el mayor espectáculo
nadie cree en la desesperación de los inteligentes
ni en los pactos
en los que siempre pierden los lúcidos
la luz que ahuyenta los visitantes nocturnos
y alimenta los signos de la vida
seguirá encendiéndose en otro lugar.
Cecilia Fresco. Buenos Aires, 1969.
LÓGICA DE MERCADO
Cuando te dicen que vienen
por las riquezas
no quieren que les prepares
un par de huevos fritos
de esos todavía tibios
recién juntados en el gallinero
ni piden un revuelto
de arvejas, las dulcitas
que cosechaste esta tarde.
Cuando te dicen que vienen
por el agua
no pretenden
un chapuzón, un baño tibio
un vasito bien frío
para calmar la sed.
Cuando te dicen que vienen
por la tierra
no quieren un terreno
soleado
dónde construir su casa
ni piden unos baldes
de tu abono especial
ese con el que hacés brotar
hasta las piedras.
Esta gente es muy rara
no digo que se coman a los niños
lo que no quieren
es que los niños coman.
No es que beban tanto
o rieguen demasiado
es que envenenan el agua para lavar tesoros
que esconden, que custodian, que no disfruta nadie.
No es
que adoren la tierra
ni la contemplen en toda su extensión
en su verde esperanza
es
que por algún motivo
que no alcanzamos a entender
quieren
tierra libre de gente
bosques libre de árboles
agua libre de peces.
No hay modo de estar vivo
entre esta gente.
Hernán Miranda Casanova. Chile, 1941
[INSECTARIO]
Yo me enamoré una vez de una muchacha maravillosa
y los dos preferíamos los vanos de las puertas,
los rincones más oscuros de los cines,
de las plazas públicas.
Huíamos de la luz como los fantasmas que éramos en realidad
y esperábamos la noche
y apagábamos todas las luces para hacernos el amor.
Yo gustaba de recorrer todo su cuerpo
centímetro a centímetro
como un escarabajo por las habitaciones en tinieblas.
Y ella tenaz y laboriosa como ninguna
tejía y destejía en silencio su tela sobre mis labios.
Un día nos equivocaríamos de grieta
o la luz del día nos ahuyentó en opuestas direcciones
y nos perdimos de vista entre la multitud.
De ese tiempo,
mi sensación de llevar antenas en la frente
y los ojos facetados.
De ese tiempo,
mis pestañas sensibles a la luz del sol
y mi forma de andar
de insecto extraviado entre los hombres.
Marge Piercy. Estados Unidos, 1936.
EL DERECHO A LA VIDA
Una mujer no es un árbol de peras
inconsciente y fecundo del que caen los frutos
al mundo. Hasta los perales
se llenan un año y descansan al siguiente.
En los huertos descuidados cae la fruta
tibia y madura en el pasto, y los árboles se elevan
nudosos para regalo de los pájaros, a cuarenta pies de altura
entre espinas de una pulgada de largo,
que estallan con atavismo en la suave madera.
Una mujer no es una canasta en la que escondes
tus panecillos para mantenerlos calientes. No es una gallina
ponedora bajo la que deslizas huevos de pato.
No es la bolsa donde guardas el dinero
de tus hijos para usarlo después en tus guerras.
No es un banco donde tus genes ganan intereses
y mutaciones interesantes bajo esta lluvia
sucia. Tú tampoco lo eres.
Siembras maíz y lo cosechas
para comer o vender. Llevas las ovejas
a engordar a los pastos para enviarlas después
al matadero, por la carne. Partes la montaña
en dos para abrir un camino, excavas
las altas mesetas por carbón y dejas las aguas
barrosas por millas, por años.
Y los peces mueren, pero no son tuyos
hasta que te los quieres comer.
Pero ahora quieres legislar derechos mineros sobre la mujer.
Reclamas títulos sobre sus pastizales, para engordar el ganado;
sobre sus campos, para cultivar bebés como si fueran
lechugas. Y amas a los niños tan profundamente
que ninguno sufre hambre, ninguno llora
sin que le atiendan cuando la madre
trabaja, a ninguno le falta fruta fresca,
ninguno mastica plomo o tose hasta morir.
Y tus orfanatos están vacíos. Seguro que cada mediodía
tus mejores restaurantes le sirven bistec a los niños pobres.
En este mismo momento, a las nueve, una partera
le hace, sobre una mesa, un aborto
a una madre soltera de Texas que no puede obtener ayuda
del seguro. En cinco días morirá
de tétanos, y su niña llorará
y será llevada lejos. En la casa de al lado, el marido
y la mujer le clavan alfileres al hijo
que no quisieron. Y le explicarán
por horas lo malo que es,
y cómo le hace falta un poco de disciplina.
Todos nacemos de mujer, en la rosa
del vientre mamamos la sangre de la madre
y cada bebé que nace tiene el derecho de que lo amen,
como cada planta tiene derecho al sol. Cada niño que nace
sin amor es una deuda que ha de cobrarse
en veinte años con intereses, un odio
en busca de su blanco, un dolor
que causará dolor. Diez años de agua bajo los puentes
un niño grita, una mujer cae, una sinagoga es incendiada,
se forma un pelotón de fusilamiento, se aprieta
un botón rojo y el mundo arde.
Yo escojo lo que entra en mí; lo que se vuelve
carne de mi carne. Sin mis opciones, no viven la política
ni la ética. Yo no soy tu campo de maíz
ni tu mina de uranio; no soy tu ternera
de engorde, tu vaca de leche.
No me usarás como fábrica.
Los curas y los congresistas no son dueños
de acciones sobre mi vientre o mi mente.
Este es mi cuerpo. Si te lo doy
quiero que me lo devuelvas. Mi vida
es un derecho no negociable.
Margaret Atwood. Canadá, 1939.
La historia verdadera está
entre las otras historias,
un lío de colores, como la ropa revuelta,
tirada o desparramada,
como los corazones sobre el mármol, como las sílabas
como las sobras del carnicero.
La historia verdadera es mezquina
y múltiple y falsa
después de todo. ¿Para qué
la querés? Nunca preguntes
por la historia verdadera.
Ezequiel Zaidenwerg. Buenos Aires, 1981.
LA REVOLUCIÓN NO VA A SER POR INTERNET (CÓVER DE GIL SCOTT-HERON)
No te vas a poder quedar en casa, amigue.
No vas a poder desactivar el roaming ni colgarte al Wi-Fi del vecino.
No vas a poder colgarte jugando al Candy Crush,
ni mirando las fotos de gatitos en Facebook,
porque la revolución no va a ser por internet.
La revolución no va a ser por internet.
La revolución no se va a ver con filtros de Snapchat o de Instagram,
en blanco y negro vintage o predeciblemente sólo en blanco.
La revolución no va ser por drone, ni se va a organizar en la deep web,
ni va a estallar cuando se filtre el sex tape de Donald Trump, Marine Le Pen y Putin
gozando como chanchos con las manos de Perón restauradas
con nail art colorinche y germicida en gel.
La revolución no va a ser por internet.
La revolución no va a salir en exclusiva en Netflix, producida por Tom Hanks, dirigida por Oliver Stone y protagonizada por Miley Cyrus, porque lo progre no quita lo coqueto.
La revolución no te va a esculpir milimétricamente los abdominales que siempre soñaste,
ni te va a dotar de un portentoso miembro prensil,
ni te va a hacer crecer la barba de leñador más fuerte y más sedosa,
porque la revolución no va a ser por internet, amigue.
La revolución no te va a borrar por dermoabrasión
ese tatuaje del Che que te hiciste en los noventa.
No va aumentar el tráfico de tu página web, no te va a dar miles de likes,
no te va a hacer un tuítstar ni un semental de Tinder.
La revolución, si es, no va a ser cosa de varones.
La revolución no va a ser por internet.
No vas a ver por streaming a la yuta reprimiendo,
meta bala de goma y gases lacrimógenos,
porque dice mi abuela que le dijo un taxista
que lo escuchó en la radio que a esos cabecitas negras
al final no les gusta laburar, y acá necesitamos un país en serio,
una revolución de la alegría.
Ya nadie va a dejar comentarios anónimos
en la web de los diarios, y nadie va a mirar
Bailando por un sueño ni Almorzando con Mirtha
ni Fútbol de primera, y ni hablar de La noche del domingo
y las Gatitas y ratones de Porcel.
Y los pibes, en vez de cazar Pokemones,
van a estar en la calle buscando algo mejor.
La revolución no va a ser por internet.
No va a ser trending topic, ni van a hablar de ella en un documental
coproducido por la UNESCO y Goldman Sachs que mencione al pasar a #NiUnaMenos,
narrado por los hijos importados de Brad Pitt y Angelina.
La banda de sonido no va a ser de U2 ni Manu Chao.
Calle 13 tampoco va a poner su granito de arena, y de Silvio ni hablar:
todavía va a estar buscando su unicornio.
La revolución no va a ser por internet.
La revolución no va a ser monetizable por Adsense, pero si vos querés
vas a poder ponerla en tu perfil de LinkedIn que, como todo el mundo sabe,
es la mentira más piadosa del capitalismo.
La revolución no va a pasar el desafío de la blancura.
La revolución no va a sacar el tigre que hay en vos, ni el emprendedor.
La revolución no te va a limpiar el inodoro, ni la conciencia biempensante.
La revolución no te va a poner la camiseta, ni los pantalones.
La revolución te va a obligar a ponerte las pilas.
La revolución no va a estar en todos tus dispositivos, amigue.
La revolución va a ser en vivo.
Pedro Lemebel. Chile, 1952-2015.
Manifiesto (hablo por mi diferencia)
No soy Passolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como el barco del General Ibañez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeandonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odie
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice :
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Super-buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrilazo de la CNI
lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en los cuarteles
Mi hombría me la enseño la noche
Detrás de un poste
Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El fútbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la política y el vino
Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y esa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombría fue difícil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dónde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechazó tantas veces
No necesito cambiar
Soy más subersvo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese hueso
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolución no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alita rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.
Paula Maffía. Buenos Aires, 1983.
Nota mental
Aprender a irse
de los lugares
donde una
no quiere estar,
aún incluso
cuando estos lugares
te elijan.
Amelia Biagioni. Argentina, 1916-2000.
Manifiesto
Yo me resisto,
en la calle de los ahorcados,
a acatar la orden
de ser tibia y cautelosa,
de asirme a la seguridad,
de acomodarme en la costumbre,
de usar reloj y placidez,
aventura a cuerda,
palabra pálida y mortal
y ojos con límites.
Yo me resisto,
entre las muelas del fracaso,
a cumplir la ley de cansarme,
de resignarme,
de sentarme en lo fofo del mundo
mortecina de una espada lánguida,
esperando el marasmo.
Yo me resisto,
acosada por silbatos atroces,
a la fatalidad
de encerrarme y perder la llave
o de arrojarme al pozo.
Con toda la médula
levanto, llevo, soy el miedo enorme,
y avanzo,
sin causa,
cantando entre ausentes.
Cristian Aliaga. Tres Cuervos, 1962.
La muesca de mis hijos
La muesca de mis hijos
sobre el cuerpo, sus
mordiscos de luz
que me desangran.
Su resistirme, su aura
que no cesa, lo que yo
recuerdo de ellos, lo que ellos
olvidan de mí.
La profundidad de un océano
donde nadamos, o donde simulé
enseñarles a respirar
sin oxígeno.
Los viajes en que el juicio
se suspendía, y ellos eran otros,
y yo el otro que no era
el imbécil de todos los días.
Y ellos resplandecen sin mí,
y eso es un Viaje Grande.
Alejandro Schmidt. Córdoba 1955-2021.
Mi corazón era un hotel
mi corazón era un hotel
vestidos de fiesta
los huéspedes se iban sin pagar
a los portazos
es cierto
a veces
una mujer lloró en sus ventanas
hasta cansarse
es cierto
yo era el que lustraba los zapatos
es cierto
hubo temporadas malas
problemas de humedad
palmeras muertas
todo eso es cierto
también la luna
y el loco que cantaba
mi corazón era un hotel
ahora parece una casa
una casita blanca.
Aurora Venturini. La Plata, 1922-2015.
Sé que vendrá la noche de mi muerte
entre una doble floración de lilas,
con balido de oveja, con cencerro,
con olor a naranja mandarina.
Mi alma por los campos
será otoño de fiesta
y desde el agua inquieta de la infancia
volveré como quiera.
Y seré lo que quise ser, un árbol,
una leve mariposa leve,
el corazón helado de la lluvia
y el surco en que se vierte.
Y seré lo que quise ser, un río,
un mapa, un perro. Noche de mi muerte
vendrá muy sola por el campo solo,
callada y bellamente.
Matsuo Bashō. Japón, 1644-1694.
Cae y cae el rocío;
¿qué tal si yo lo usara
para limpiar el mundo?
Mary Oliver. Estados Unidos, 1935-2019.
Para vivir en este mundo
debés ser capaz
de hacer tres cosas:
amar lo que es mortal;
aferrarte a él
con tus huesos sabiendo
que tu propia vida depende de ello;
y, cuando el tiempo llegue de soltarlo,
soltarlo.
Henry David Thoreau. Estados Unidos, 1817-1862.
Mi vida fue el poema que quería
escribir, pero no: porque vivía.
Safo. Mitilene, Lesbos 650-610 a.C-Léucade 580 a.C
Se les enfría el corazón
y pliegan las alas.
José Watanabe. Perú, 1945 - 2007.
El guardián del hielo
Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol…
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
Yo soy el guardián del hielo.
Sharon Olds. Estados Unidos, 1942.
MÁS VIEJA
Cuanto más vieja me pongo, más me siento
casi hermosa- no mi cara, una cara común,
puritana, sino mi cuerpo. Y tendré
cincuenta, pronto, mi cuerpo
se marchita, huesudo, y me gusta su
rugosidad plateada, la piel que se afina,
la superficie de un lago rizada por el viento, un espectro
arrugado, un pliegue de humo. Sin embargo
cuando miro hacia abajo puedo ver, a veces,
cosas que, si las viera una mujer joven, la harían
gritar como en una película de terror,
quedo convertida en bruja en un instante—si me inclino
lo suficiente, puedo ver la piel fina
de mi estómago frunciéndose
y colgando en pequeños picos, como yeso fresco.
Y sin embargo puedo imaginarme a los ochenta, hecha
enteramente, por fuera, de eso,
y haciendo el amor con la misma dignidad
animal, el túnel todavía igual
al interior de una bráctea color frambuesa.
De pronto me veo joven a mí misma
al lado de esa octogenaria, me veo
como su hija, mi carne suelta y drapeada
muestra los ángulos largos de estos extraños
huesos como las manijas de utensilios de cocina hechos en el cielo.
Cuando era más joven, me veía a mí misma,
a veces, como el tosco dibujo de una hembra—
los pechos, el destello de las caderas de los años 40—
pero este grisáceo ser abollado es confortable como
una vieja prenda favorita, es casi
amable, ahora, para mí. Por supuesto, es
el amor de él el que estoy viendo, el trabajo de su pulgar
sobre este centavo de la suerte —cinco veces
cinco años en su bolsillo. Quizás
aún si me muriera, él no me vería fea.
A veces, ahora, bailo
como humo chato sobre una chimenea.
A veces, ahora, creo que vivo
en el lugar donde se hace la bebida solemne, salvaje
de acabar, no estoy todo el día acabando,
pero vivo todo el día en el lugar donde eso se hace.
Emily Dickinson. Estados Unidos, 1830-1886.
¿Será entonces la Dicha un Precipicio
que no me deja dar un paso en falso
por miedo a que el calzado se me arruine?
Prefiero que mis pies se den el gusto
a cuidar los Zapatos –
porque en cualquier zapatería una
puede comprar
un nuevo Par –
Mas la Dicha se vende una vez sola.
Perdida la Patente
nadie podrá comprarla nunca más –
Díganme, Pies, decidan la cuestión
¿debe cruzar la Señorita, o no?
¡Expídanse, Zapatos!
Denise Levertov. Reino Unido, 1923-1997 EEUU.
LIBACIÓN
Levantando los vasos, con una sonrisa
nos deseamos no suerte
sino felicidad. Después de media vida con
y sin suerte
sabemos que es necesario más que eso.
No importa si tomamos
jugo de tomate en vez de vino o whisky--
Sabemos lo que queremos decir,
y el jugo rojo de esos frutos virtuosos
es algo que apreciamos los dos.
Te recuerdo maravillado, como ante un milagro,
al verlos en las enredaderas robustas
del invernadero de mis tíos
¡listos para arrancar y comer con el desayuno!
Teníamos veintitrés años y un hambre insaciable...
Entonces coincidimos en los tomates- ¿y en la felicidad?
Sí, en eso también: queremos decir, crecer, ramificarse;
dar hojas, capullos, frutos; y el olor punzante de los sueños.
Queremos decir, conocer a alguien tanto
no, más, de lo que nos conocimos nosotros.
Y que nos conozcan. Nos deseamos
la suerte de no necesitar suerte. Echo
entonces, un poco de sal y de pimienta
en mi jugo, con el gesto antiguo;
¿Y qué habría de malo
en derramar medio vaso
para los dioses?
Sonreímos.
Después de estos meses de dolor empezamos
a admitir que nuestras vidas nuevas comenzaron.