Circe Maia. Montevideo, 1932.
Ha visto las palmeras de su plaza
casi al amanecer o cuando cae
la sombra y ha cruzado
-y siempre en diagonal- al mediodía.
Esas palmeras, esas anchas calles
por donde el paso anuda
sus rápidas puntadas
¿no son acaso suyas?
Más bien es al revés: él es de ellas
y ahora lo descubre.
Ellas: él mismo en ellas
caminante y camino.
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